“DRIVE MY CAR” se llevó 4 nominaciones de cara a la próxima ceremonia de los Oscars. Una película japonesa dirigida por Ryusuke Hamaguchi protagonizada por Hidetoshi Nishijima y Tôko Miura que se presenta como gran candidata a la categoría de mejor película extranjera. Dos años después de la muerte de su esposa, Yusuke (Hidetoshi Nishijima) recibe una oferta para dirigir una obra de teatro escrita por él. Entre el elenco se encontrará a un viejo amante de su esposa, al cual enfrentará permanentemente. Es una obra muy distinta a lo que el gran público (sobre todo occidental) está acostumbrado. Tiene una duración de 3 horas, que van a un ritmo lento. Esto no conlleva un defecto en sí, la lentitud a veces es necesaria para desarrollar la trama a la velocidad adecuada y llegar más potente al espectador. Precisamente es esta la estrategia de la que hace uso el filme y resulta bastante satisfactorio. Nos sumergimos dentro de la obra por un largo rato y llegamos a comprender todos sus detalles. Hacia el final conocemos perfectamente a nuestros personajes, vivimos y sentimos como ellos. Pero para lograrlo se requiere paciencia, ya sea como para entender todos sus aspectos como para animarse a cierto cine que no es muy común hoy en día. La principal razón por la cual logramos conectar con este mundo es su aspecto técnico y estético. Cada plano y encuadre, además de tener una belleza increíble, tiene la intención de aportar algo y, de manera sutil, revelarnos los misterios que guarda la historia. Es cierto que se le dificulta bastante mantener esa narración plena durante la totalidad del filme. Por momentos no nos queda claro que se nos quiere contar o por qué se cuenta. El guion se sostiene con una tensión permanente entre los personajes. La cinta no necesita ser explícita, nos damos cuenta perfectamente que algo está mal entre los protagonistas, a pesar de que no lo expresen con palabras. Son detalles muy sutiles los que nos generan esta sensación: una mirada, un silencio, un gesto. Es en esta sutileza donde la obra encuentra una gran eficiencia narrativa que nos atrapa. “DRIVE MY CAR” nos engancha por un largo rato. Hay una clara intención artística en su narración y un deseo por transmitir algo. Es un cine distinto al que hay que darle una oportunidad y hundirnos por un tiempo en un drama que tiene mucho por contar. Por Felipe Benedetti
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Falta menos para que llegue a HBO Max “EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS'', dirigida por Guillermo Del Toro y protagonizada por Bradley Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette y Willem Dafoe. La película revive el film homónimo de 1946 y promete mucho, pero… ¿cumple? Se trata de un viajero (Cooper) que, en una destartalada feria en medio de un pueblo aburrido, aprovecha los conocimientos de un viejo ebrio que solía tener un acto mentalista. Mientras aprende del señor, marido de la adivina (Collette), conoce a una mujer (Rooney Mara), con quien emprende un proyecto más allá de lo que hubieran imaginado. Algunos años después, una psiquiatra (Blanchett) presencia una performance del protagonista, y le propone algo que traerá consecuencias irreversibles, terminando de convertirlo en quien estaba destinado a ser. En general, “Nightmare Alley” es un largometraje convencional que intenta ser bizarro e interesante pero no lo logra del todo. Perteneciente al género “thriller psicológico neo-noir”, plantea ideas interesantes que no terminan de redondearse (pocas lo logran), o se ubican personajes o acciones que no son realmente relevantes para la historia. El guion no logra dar a entender qué quiere destacar, contar, enseñar o demostrar. Como toda película de Del Toro, cuenta con una espectacular dirección de arte, llena de texturas, ángulos, líneas propias de la época en que está ambientada (años 40'), y colores ricos y saturados. Sin embargo, la fotografía no aprovecha todos estos aciertos y se vuelve visualmente menos atractiva, desdibujando el sello propio del director, estandarizándolo de una manera que no funciona. La iluminación se trabaja de forma adecuada por momentos, pero por otros le falta muchísimo drama y contrastes para que realmente encuentre una vibra neo-noir que se ajuste a lo que se quiere transmitir. De todas formas, Del Toro encuentra la forma de sorprendernos con estupendos, sangrientos y terroríficamente grotescos efectos visuales que desafían al espectador, al muy bizarro estilo del film “Sweeney Todd” de Tim Burton. Las actuaciones más destacables son las de Cooper y Dafoe. El primero encuentra a su personaje y lo usa a su favor, viviendo a la par de él todo su arco de desarrollo y acompañando con su ánimo perfectamente cada etapa. El protagonista se encuentra notoria y auténticamente cambiado en el final. El segundo posee un rol crucial en demostrar la miseria humana y corrupción presentes y crecientes en la trama, volviéndola cada vez más oscura y redundante. El casting de ambos merece una celebración. El resto del elenco se adapta bien a la historia, y hay aciertos en las actuaciones de algunos (como el célebre Richard Jenkins) que no son gracias al director, sino simplemente al estilo o experiencia del intérprete. Todo sería infinitamente mejor si el guion no estuviera tan poco trabajado; se lo nota verde, apurado, con clichés innecesarios, tanto, que casi se spoilea solo. Se aprecian momentos satisfactorios, pero hay cosas que sobran o que no tienen realmente sentido; como, por ejemplo, la inclusión de diversas cartas de tarot por parte de la adivina de la feria (Collette), y hasta incluso este personaje entero es irrelevante para el desenlace. Aporta algunas fibras de suspenso a la gran tela neo-noir… pero no las suficientes como para adquirir relevancia. “EL CALLEJÓN DE LAS ALMAS PERDIDAS” intenta cumplir, pero no siempre lo logra. Sus giros más interesantes son muy tardíos, y los momentos cliché degradan una impronta que, con una vuelta de rosca en la etapa de preproducción, podría haber sido memorable y logrado llenar el nombre de su director. Me gustó de la misma manera que cumple con lo que se prometió: a medias. Por Carole Sang “CODA”, emocionante, y por momentos simpática, película protagonizada por Emilia Jones y dirigida por Siân Heder. Con varias nominaciones a los premios Oscars, el largometraje es un éxito en Amazon Prime Video y todavía se encuentra disponible en algunos pocos cines del país. En una familia de sordos, la hija menor Ruby, es la única que puede escuchar. Al descubrir una inevitable pasión por la música la protagonista debe tomar una decisión. Sí seguirá su sueño o si se quedará a ayudar a su familia a salir adelante de una apretada situación económica. Es una cinta que logra hacer un uso increíble del lenguaje cinematográfico. El obstáculo principal era clarísimo. Normalmente, los personajes secundarios llevan al protagonista hacia un rumbo determinado y logran así mantener el interés en la trama. En este caso la sordera de los personajes (y sus actores incluso) plantea el desafío de encontrar métodos de expresión distintos a los que estamos acostumbrados. Su directora Siân Heder sabe entender perfectamente esta problemática y la utiliza a su favor, narrando de una manera muy particular. No son siempre las palabras las que nos cuentan la historia, son las expresiones y los movimientos de los actores los que cobran relevancia. Llegamos así a su punto más destacable: las actuaciones. La película entiende que los personajes son los que llevan una obra, y que su actuación nunca debe ser dejada de lado. Al encontrarse en la dificultad de encontrar un nuevo modo narrativo, se apoya en sus actores y en su manera de transmitir al espectador. Esto concluye en un conjunto de escenas muy emotivas en las cuales podemos entender perfectamente cuál es la problemática de cada personaje mediante sus expresiones. Se destacan Troy Kotsur (Frank, el padre), con una personalidad y presencia en pantalla increíble, y Emilia Jones en un gran esfuerzo por introducirnos en el dilema de la protagonista. Entramos con el prejuicio de que sea la típica película cuyo único objetivo es emocionarnos por su temática. Si bien hay un buen trabajo de guion en llevarnos a una clara transformación de los personajes, por momentos toma el camino fácil y nos presenta escenas que no queda claro que aportan de cara al final y cuya finalidad parece ser solo emocionarnos o hacernos reír. Pero en líneas generales tiene una construcción sólida y logra una historia que vale la pena darle la oportunidad. "CODA" recupera un elemento que el cine fué perdiendo a lo largo de los años: la capacidad de expresar con imágenes y no con palabras. En la época muda los actores exacerbaban sus expresiones y movimientos, buscando una manera distinta a la tradicional para comunicarse. Este filme recupera ciertos aspectos de ese cine y los utiliza como estrategia narrativa para lograr tocarnos el corazón. Por Felipe Benedetti Disponible en Amazon Prime Video Llegó “SPENCER”, una película biográfica, dirigida por el chileno Pablo Larraín y protagonizada por Kristen Stewart, que retoma la famosa historia de Diana, Princesa de Gales. Un nuevo planteo que reflexiona sobre el peso que la Corona deposita sobre sus herederos. El film trata sobre un fin de semana de Navidad, en la década del 90', en que toda la familia Real se reúne en uno de sus Palacios en el campo para festejar. En toda la celebración, ya sea durante las comidas formales, o simplemente caminando por el campo o yendo al baño, Diana se siente observada y juzgada por su propia familia, como si fuera integrada por los miembros de la prensa que viven acosándola, y por eso, ella busca refugio. Como siempre, lo encuentra en sus hijos y su amiga vestuarista, pero esta vez también lo halla en quien menos pensaba. El largometraje podría definirse como una pieza sumamente inquietante que atraviesa la pantalla. Está dirigida de una manera que produce sensaciones casi táctiles. En esto, juega un papel muy importante la manipulación de los sentidos a través de las texturas, colores y sonidos. Kristen Stewart suele ser criticada por cómo actúa, también así algunos gestos o miradas a los que acude como recurso inagotable. Sin embargo, en este film su desempeño es impecable, y en caso de caer en sus modismos (casi no sucede), se fusionan adecuadamente con el personaje. Simplemente es una decisión perfecta de casting, en donde ella es elegante, emocional, delgada (como Diana, claro) y bien caracterizada. Por otro lado, el compromiso para con las escenas destinadas a su desorden alimenticio es profundo, notorio y dispara sensaciones intensas en el estómago del espectador. La actriz realmente entrega todo su cuerpo a las escenas, sin tapujos, de una forma cruda y hasta espeluznante (la escena de las perlas se tiene que llevar todos los premios). Se genera una gran empatía (y shock) en la sala. Lo único que uno cuestionaría es el rol del príncipe Carlos, cuyo actor no queda bien con el personaje, o no fue lo suficientemente bien dirigido o profundizado. Los paralelismos que se usan con una famosa Reina Consorte del pasado le dan un giro de suspenso al guion, estirando el brazo un poquito por fuera del drama. Este a veces puede tornarse demasiado angustiante, ya que usa flash-forwards fantasiosos y paranoicos, pertenecientes a Diana, en cuya mente circulan mil pensamientos desagradables a la vez, y, junto con el montaje y la fotografía, el storytelling tiende a torturar un poco al espectador, apurando su cerebro y forzándole sensaciones. La comparación con aquella monarca ayuda a resolver un libreto cuya tensión crece pero no sabe definir, o al menos eso nos hace sentir. La música ayuda en gran medida a desencajar imágenes que, normalmente, se verían como clásicas o inofensivas; volviéndose así, una forma más de conducirnos a través de la psiquis de la princesa de Gales. Por último, cabe destacar que es importante la aparición de escenas tan crudas y honestas sobre un desorden alimenticio tan destructivo como la bulimia. La salud mental también es salud, y evidentemente su visibilidad en cine mainstream ayuda a generar consciencia. "SPENCER" es ideal para espectadores activos que se entreguen a la experiencia sensorial y disfruten descifrando los simbolismos que se presentan como pequeños rompecabezas ante el público. Disfruté muchísimo de resolverlos. ¡Ampliamente recomendada! Por Carole Sang Hércules Poirot deberá resolver un nuevo misterio en “MUERTE EN EL NILO”. Tras demoras y escándalos llega de una vez por todas a la pantalla grande la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Agatha Christie. Las vacaciones del detective belga Hércules Poirot a bordo de un glamoroso barco de vapor en Egipto se convierten en una aterradora búsqueda de un asesino, mientras que la luna de miel idílica de una pareja perfecta se ve trágicamente interrumpida. Ambientada en un paisaje épico de amplias vistas del desierto y las majestuosas pirámides de Giza, esta historia de pasión desenfrenada y celos presenta un grupo cosmopolita de viajeros impecablemente vestidos, y los suficientes giros inesperados como para dejarnos inquietos y desconcertados hasta el impactante desenlace. Kenneth Branagh es un ávido realizador de cine que recientemente sumó a su ferviente pasión por Shakespeare, las aventuras de Agatha Christie. Se desempeña nuevamente como director y protagonista, interpretando al detective más famoso de la autora, como ya lo hizo en “Asesinato en el Expreso de Oriente” (2017). Branagh guía hábilmente, tanto desde la dirección como en su rol protagónico, a un elenco estelar que incluye a Gal Gadot, Armie Hammer, Emma Mackey, Russell Brand, Annette Bening, entre otros. Con sus tiempos en pantalla bien divididos, todos construyen personajes muy interesantes y ambiguos que nos hacen sospechar hasta el último minuto. Mención especial Emma Mackey (“Sex Education'') que sorprende con un papel complejo, alejado de los roles en los que la vimos. El guion es sólido y nos atrapa con giros interesantes. Más allá de la genialidad de la historia de Christie, la adaptación está muy bien lograda, con diálogos bien construidos y ‘gags’ que entran en los momentos justos. La fotografía de la película es hermosa y resalta la grandeza de Egipto. Hay un gran uso del lenguaje cinematográfico, que al espectador más cinéfilo le hará recordar a otras grandes películas. Por momentos, sentí alguna inspiración en la obra maestra de Francis Ford Coppola, "Apocalypse Now" (1979), con el barco avanzando por el río, los atardeceres naranjas, juegos de sombras, naturaleza y la gente local. La tranquilidad del paisaje contrasta con la vorágine de lo que sucede a bordo. Sin embargo, en algunas locaciones es muy notable el abuso de CGI, lo que hace tambalear la veracidad de los hechos y nos distancia un poco de la acción. A pesar de que en esta temporada de premios el ojo estará puesto en “Belfast”, el más reciente (y nominado al Oscar) largometraje del director; este film no merece ser pasado por alto. “MUERTE EN EL NILO” nos regala dos horas muy atrapantes y a puro misterio que merecen ser vistas en la oscuridad del cine. Por Matías Villanueva “MADRES PARALELAS”, el nuevo filme escrito y dirigido por Pedro Almodóvar, ya se estrenó en cines y estará disponible en Netflix a partir del 18 de febrero. Penélope Cruz y Milena Smith protagonizan una película que está a la altura de las expectativas. Janis (Penélope Cruz) y Ana (Milena Smith) son dos madres solteras que se cruzan en la sala de parto, donde entablan una relación. Lo que en principio parecía una simple amistad entre dos mujeres con problemas similares, pronto se transformará en un drama con muchos secretos. El filme presenta varios pilares que lo convierten en una obra firme. El guion es uno de ellos. Si hay algo que caracteriza a Almodóvar es lograr personajes interesantes con historias que llamen la atención y, a su vez, sean muy distintas a lo que estamos acostumbrados. Cada relato que hace es único y parece haber un esfuerzo para salirse de los clichés. “MADRES PARALELAS” es poco predecible desde el comienzo. Si bien entendemos la trama y todo lo que sucede, se hace difícil anticipar lo que contará la próxima escena. Es un guion extremadamente complejo que nos mantiene siempre expectantes. Sin embargo, sobre el final comienza a decaer un poco, intenta atar todos los cabos sueltos, pero queda la sensación de que la obra concluyó luego de su segundo acto. A pesar de esto, su conclusión nos deja un mensaje muy interesante y sujeto a interpretaciones. La dirección tiene sus altibajos. Por momentos resulta muy cautivante y maneja a la perfección la extraña relación entre los protagonistas, pero en su última etapa se vuelve un poco más simple. A pesar de esto, no deja de ser una narración extremadamente atractiva que va revelando sus misterios de a poco. A esto se le suma una excelente dirección de arte. Los decorados presentan mucho detalle en todos los elementos que aparecen en pantalla. Junto con una paleta de colores que no solo destaca a los personajes, sino que cuenta sobre los mismos. La actuación de Penélope Cruz es brillante. Es una artista que logra que todos sus diálogos parezcan espontáneos y a su vez, cuando está en silencio, cuenta con expresiones (Merecida nominación al Oscar). Milena Smith tenía un papel difícil. El papel de Ana es el de una madre menor de edad que pende de un hilo entre la madurez y la inmadurez. La actriz logra satisfactoriamente estos cambios y entiende la dualidad de su personaje. Una obra increíble al igual que toda la filmografía de Almodóvar. Mantiene personajes extremadamente interesantes y genera tensión entre los mismos. Se nota una clara intención artística por los detalles, generando una obra que se puede analizar e interpretar desde muchos puntos de vista. Por Felipe Benedetti Se estrenó “MOONFALL”, un nuevo film de ciencia ficción, protagonizado por Patrick Wilson y Halle Berry, con expectativas que llegan hasta la Luna. Brian Harper (Wilson) es un astronauta de la NASA que, durante una misión de rutina en un satélite, presencia la muerte de un compañero a causa de un choque con una masa desconocida, que además deja la nave sin dispositivos electrónicos. Harper logra aterrizar sin aparatos y regresar a la Tierra, salvando a su compañera Jo Fowler (Berry) quien había quedado inconsciente. A pesar de su heroico regreso, la NASA cuestiona su forma de proceder, enjuiciándolo y retirándole su apoyo. Casi una década después, un teórico de la conspiración, el Dr. Houseman (John Bradley-West), descubre que la Luna ha cambiado su órbita de manera preocupante y ante la falta de respuesta de las autoridades, recurre a Harper. Ambos, junto con Fowler, se vuelven claves para salvar el mundo de una fuerza destructiva desconocida. “Moonfall” es una pieza audiovisual sumamente interesante y llena de premisas enroscadas, bien planteadas pero apuradas por el montaje en algunos momentos del film, sobre todo al principio, que el ritmo es difícil de seguir. Sin embargo, vale la pena ya que la historia es apasionante, en especial para aquellos aficionados a las teorías conspirativas sobre el espacio exterior. Los actores están bien elegidos para sus roles y los momentos de acción, explicativos, coreográficos y efectistas son ejecutados impecablemente. Hay ocasionales intentos de que el público empatice con otros aspectos de la vida de los personajes, por ejemplo, afectos, familia, cariño, calidez. Esto no se logra, ya que el ritmo del montaje arrastra esos momentos y los apura, sin lograr suavizar la pantalla, resultando en momentos tibios que no llegan a tocarnos de cerca. Las actuaciones son todas buenas a pesar del ritmo no logrado en post-producción, destacando, sobre todo, a Bradley-West con su papel de teórico conspiranoico, que demuestra una vez más su capacidad para aliviar momentos de tensión con humor. Cabe aclarar, lastimosamente, que los guionistas (entre los que ubicamos al director del film, Roland Emmerich) se toman muchas licencias científicas, y en el medio del caos de la historia, muchas cosas salen misteriosamente bien, y estas ayudan a los protagonistas a lograr sus objetivos, casi sin obstáculos realistas. La película coquetea peligrosamente con el típico “deus ex machina”, y, a partir de esto, se vuelve ocasionalmente predecible. Los departamentos de sonido y banda sonora, arte y vestuario, efectos visuales, fotografía, y CGI (imágenes generadas por computadora), se llevan todos los premios. El film es entretenido y apasionante gracias a todos los aspectos técnicos-artísticos de la producción y post-producción, dejando afuera a los ya mencionados guion y montaje. “MOONFALL” es una pieza sumamente entretenida y muy estimulante, que volvería a ver. Personalmente, disfruté mucho ver a Patrick Wilson lookeado como “paria de la NASA”, motoquero y astronauta rudo que busca redención; es una cara muy agradable como protagonista. Recomendadisima para ver en familia este fin de semana. Por Carole Sang Ya está en cines “LICORICE PIZZA”, lo nuevo de Paul Thomas Anderson. El autor de “Magnolia” y “Petróleo Sangriento” nos trae una comedia romántica llena de emociones por vivir. Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman) inician un romance con muchos altibajos. Superando múltiples obstáculos, deberán aprender el significado de amarse entre ellos. No hay mucho por decir de Paul Thomas Anderson que no se haya dicho. Sabe entender el cine mejor que nadie, por lo menos dentro de la nueva generación de directores. Sus largometrajes podrán no ser los más taquilleros o los que más acción tienen, pero llegan al espectador de una manera especial. "LICORICE PIZZA" no es la excepción a la regla. Es un romance lleno de amor, aunque suene redundante, donde los dos protagonistas entran en un aura en el que lo único que importa es superar sus problemas para llegar a estar juntos. Se les plantean millones de obstáculos que deberán ir sorteando poco a poco mientras su amor se va haciendo cada vez más fuerte. Desde el principio ya sabemos que va a ser difícil y que las diferencias entre ellos abundan, pero deben transformarse y aprender que a veces son aquellas diferencias las que unen a las personas. ¿Para qué está el amor si no es para complementarse? En cada aspecto de la obra hay un claro cuidado por los detalles. El amor y la nostalgia hacia el Valle de San Fernando en los 70' es profundo, y no es casualidad que sea donde se crió el propio director. Como espectadores nos sentimos cómodos en las locaciones, como si estuviésemos allí viviendo todo. Esto sucede cuando hay una plena atención de los elementos que aparecen en pantalla. La cuidadosa puesta de cámara alimenta el relato, contando con imágenes y no con palabras. De a poco va acercando a los protagonistas y por momentos los separa. Entendemos lo que siente cada uno y lo que está sucediendo dentro suyo, no porque lo digan, sino porque lo vemos. Es el primer largometraje que protagonizan Cooper Hoffman y Alana Haim, una apuesta bastante arriesgada para una película de este calibre. Pero el resultado supera las expectativas. Presentan actuaciones realistas y naturales que nos interpelan como espectadores y nos hacen creer que podríamos ser nosotros los que estamos en pantalla. Esto hubiese sido más difícil de lograr si fueran actores de renombre. Un filme lleno de magia que no terminó resultando un producto taquillero, pero que se siente como un clásico a futuro. Tenemos personajes que llegamos a conocer como a nosotros mismos, quedándose varios días en nuestras cabezas y, a su vez, locaciones y acciones entrañables. “LICORICE PIZZA” entiende que en el cine (como en la vida) lo importante son las emociones. Por Felipe Benedetti |
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Abril 2023
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