La semana pasada se estrenó en Amazon Prime Video la biopic escrita y dirigida por Aaron Sorkin, “BEING THE RICARDOS” (Todo sobre los Ricardo), justo a tiempo para las fiestas. La historia trata sobre Lucille Ball (Nicole Kidman), una estrella de la televisión estadounidense de los años ‘50, y de cómo ella, junto a su marido Desi Arnaz (Javier Bardem), llevaron adelante uno de los shows más exitosos de la época, “I Love Lucy”, que es considerada la primera comedia situacional (sitcom). En ésta, el matrimonio interpreta a Lucy y Ricky Ricardo, profundamente enamorados. A su vez, en la vida real, Ball busca que su marido sea sincero con ella sobre rumores de infidelidad que circulan en algunas revistas, y que el Comité de revisión de todo el contenido visual estadounidense permita que ella se muestre y esté embarazada en el show, al transcurrir un embarazo real. Se ilustra la realidad de ese éxito, de la comedia, de la industria, y de la época. Al ver esta película, uno es automáticamente transportado a la época, y se respira la vibra de “Hollywood en su Época de Oro” y también una industria televisiva en ascenso. La ambientación, el vestuario, los sets, el maquillaje, están espectaculares, siendo lo irreconocible que está Nicole Kidman lo que más salta a la vista. La dirección de arte es lo que más puede destacarse del film, porque el resto no cumple lo prometido. El guion de Sorkin explica mucho, y es superficial. No penetra la coraza de la historia, sólo rasca la superficie, y los personajes rozan lo caricaturesco. Pese a que el montaje es interesante y mantiene despierto al espectador, los personajes no tocan nuestro corazón, no se genera un vínculo, o un punto en común que nos haga empatizar, por tanto casi no hay matices, puntos muy bajos o muy altos, anímicamente hablando. Se maneja bien la tensión y relajación en los momentos clave. La performance de los actores es buena, acorde al guion, de por sí arrogante. El error más grande, quizás, es el casting de un actor español para interpretar a Arnaz (artista estadounidense-cubano), oscureciéndole la piel. ¿Nos teletransportamos a 1950? No me vayan a decir que no podían encontrar un artista adecuado que realmente fuera latino. Estas decisiones mediocres hacen que la película también lo sea. Lo que sorprende es que a pesar de todo esto, Kidman sostiene toda la historia, y lo hace de manera brillante. Pero es mucho peso para una sola actriz. Los actores de reparto hacen un buen trabajo y en algunos casos aportan la muy necesitada credibilidad. Como agregado, la producción merece una mención, debido a la presencia de orquestas reales a lo largo de todos los flashbacks, filmaciones de “I Love Lucy”, presentaciones de Arnaz, y una maravillosa edición sonora. Si tan solo hubieran puesto a cantar a un cantante en vez de a Javier Bardem con autotune… La película plantea cosas que luego no cumple, y uno después se queda con las ganas. Recomendada para poner de fondo durante la cena de las fiestas, ya que tiene buena música vintage. Por Carole Sang Disponible en Amazon Prime Video
0 Comentarios
Adam McKay, el aclamado director de comedia, estrenó en Netflix “DON'T LOOK UP” (No miren arriba). Esta nueva obra continúa la huella del autor con una crítica hacia la sociedad estadounidense y es una comedia que nos hará reír varias veces. Además, cuenta un elenco de primera, protagonizado por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence. Cuando los científicos Randall (Di Caprio) y Dibiasky (Lawrence) descubren un meteorito que se acerca para destruir la tierra, se embarcan en la misión de avisar a las autoridades lo que sucederá. En una sociedad que los ignora y no entiende la repercusión del problema, deben encontrar la manera de ser escuchados. La comedia es difícil. Hacer reír no es para cualquiera y esta dificultad se debe a que cada uno tiene un sentido del humor propio. Una táctica esencial en el género es lograr que el espectador se sienta identificado con la situación que se está relatando en su propia realidad. “DON'T LOOK UP” utiliza esta estrategia tanto en sus detalles como en el relato general. Toda la trama está sostenida por un paralelismo con nuestra sociedad real, planteando una reflexión sobre la contaminación, el poder económico, la política, los medios de comunicación y otros temas de actualidad. A su vez posee pequeños detalles que funcionan como representaciones de las personas en sí, de las virtudes y los defectos del ser humano. Genera de esta manera momentos que resultan muy graciosos ya que nos sentimos identificados con los mismos. Esto funciona así durante la primera mitad de la película, luego surgen algunos problemas. Toda esa profundidad lograda en un principio se tira por la borda. Pasamos de una obra que es consciente de los problemas de la sociedad y nos invita a reflexionar sobre los mismos, a una serie de situaciones bizarras que pretenden dar cátedra al espectador sobre lo que está bien y lo que está mal. Ya no se trata de una obra que tiene como subtexto a una sociedad tóxica dentro de la trama, sino que recurre a la obviedad de estos problemas. Comenzamos con personajes complejos, con un arco argumental interesante. Funcionaban como una representación simbólica de la sociedad, sin resignar su desarrollo e historia. En la segunda mitad se deja atrás todo lo construido alrededor de los personajes. Los mismos ya no pretenden representar a la sociedad, sino que tienen un accionar bizarro que solo pretende hacer reír. El presupuesto les permitió, incluso en sus personajes secundarios, utilizar actores y personalidades muy famosas de Hollywood. Leonardo Di Caprio hace un excelente papel y su actuación va mutando a medida que su personaje cambia. Por su lado Jennifer Lawrence también cumple a la perfección, pero a su personaje pareciera faltarle una vuelta de tuerca más que le permita terminar de desplegar su talento. El problema surge cuando utilizan en personajes secundarios a personalidades muy famosas (Meryl Streep, Timotheé Chalamet, Ariana Grande, Jonah Hill, Chris Evans, etc) que parecieran estar solo por su fama y carisma, sin aportar nada relevante a la trama. “DON'T LOOK UP” es un filme que tenía mucho potencial y lo aprovecha al máximo durante su primera mitad. Adam McKay sabe claramente cómo hacer reír y a la vez que su dirección sea interesante en un género que no siempre lo es. Nos hará pasar un buen rato mientras nos invita a la reflexión. El proyecto era interesante y ambicioso, pero le costó un poco sostener la calidad en su totalidad y terminó cayendo en algunos recursos básicos del género. Por Felipe Benedetti Disponible en Netflix Woody Allen siempre parece tener una nueva historia en su tintero. Esta vez el cineasta se aleja de las calles de Nueva York para llevarnos de paseo por San Sebastián, donde el amor, el cine y el arte se encuentran en RIFKIN 'S FESTIVAL. La sinopsis oficial grita Woody Allen por donde la mires: "Un matrimonio norteamericano acude al Festival de Cine de San Sebastián y quedan atrapados por la magia del festival, el encanto de España y del cine. Ella tiene un romance con un director de cine francés y él se enamora de una bella española". La película es eso, sin muchas vueltas, y suma una nueva historia de crisis existencial de pareja a la filmografía del director… pero ¿es simplemente “una más” o logra destacarse? El elenco está encabezado por Wallace Shawn (“Melinda y Melinda”, 2004), quien colabora nuevamente con Allen (ahora en un rol protagónico) interpretando a Mort Rifkin, un ex profesor de cine que sueña con escribir una gran novela. Shawn es un gran actor, lamentablemente encasillado como actor secundario, que aquí hace uso de su sensibilidad y humor para llevar adelante la película. La dupla protagónica la completa Gina Gershon, como su sensual y atareada esposa, y a lo largo del filme vemos varias caras conocidas del cine español (incluida una participación del genial Christoph Waltz). Mort Rifkin constituye un nuevo alter ego de Allen, un hombre neurótico y apasionado que usa su travesía por la ciudad para escapar de sus problemas. El protagonista a su vez se debate sobre el cine como arte vs. el cine como mero entretenimiento, entendible preocupación en tiempos de Spiderman. En la película se dice que “Los amantes del cine somos bichos raros con otra mirada del mundo. Todo nos remite a alguna película, algún diálogo, una música”. A esos bichos raros (que encima todavía preferimos ver estos filmes en el cine) parece hablarnos Allen. Por momentos el personaje de Mort recurre a su fantasía, donde la imagen se torna blanco y negro y se generan diversos homenajes al cine clásico europeo tenidos de un aire de parodia. No faltan ‘El ciudadano Kane’, ‘8 y ½’ de Fellini, ‘El ángel exterminador’ de Buñuel, ‘Persona’ de Ingmar Bergman, entre otros. Si bien el recurso está lejos de ser novedoso, estos minutos le dan un aire fresco a la acción y logran sacar más de una sonrisa. Sería errado intentar separar la última etapa de la carrera de Allen de su vida privada ya que eso impacta en la calidad de su trabajo. La búsqueda por financiación y distribución no le está siendo nada fácil. En esta ocasión eligió San Sebastián como locación porque Mediapro puso ‘rodar en España’ como condición para financiar la película. Esto se nota en el largometraje en los momentos que el bello trabajo de fotografía se ensucia al asemejarse a un programa turístico, sin por eso dejar de regalarnos increíbles imágenes de la ciudad cargadas de la identidad del director. Respondiendo el interrogante que planteé al comienzo de la review, creo que a pesar de que sus trabajos más notables parecen haber quedado atrás, es injusto decir que esta película es “una más” cuando en realidad es “una menos” de un director que increíblemente a sus 86 años sigue eligiendo poner en marcha su creatividad y amor por el cine para regalarnos nuevas historias. RIFKIN 'S FESTIVAL es una película ejecutada con mucho oficio y fiel a su estilo. Por Matías Villanueva Ya está disponible en Netflix “IMPERDONABLE” la nueva ficción protagonizada por Sandra Bullock y dirigida por Nora Fingscheidt. Un thriller que suena interesante en su premisa, pero deja que desear en la práctica. Luego de salir de la cárcel, Ruth Slater (Sandra Bullock) debe reinsertarse en una sociedad que se niega a olvidar sus crímenes. Tras ver frustrados sus intentos de progresar, su única esperanza es encontrar la hermana que dejó atrás. Es una obra que se le dificulta discernir qué información relevante transmitirnos. Toma al espectador de ingenuo, y necesita explicar todo permanentemente. Lo que sabemos y lo que no sobre la trama es crucial para este tipo de películas. Sin embargo, la directora comete el error de mostrar de más, no deja espacio alguno para las preguntas o las teorías que podríamos sobre lo que sucederá. Con un poco más de síntesis, el argumento hubiese funcionado perfectamente. La narrativa que utiliza su autora tiene ciertos puntos interesantes que hacen repuntar al filme, como restos del potencial que tiene el mismo. La premisa era muy buena y se partió de una idea cautivadora. Pero parece que, a la hora de llevar la idea al guión, hubo dificultades. El conflicto se enrosca demasiado, quiere contar todos los detalles en solo dos horas y no se enfoca en hacer progresar la trama de manera coherente. La primera mitad de la obra no encuentra un rumbo, no distingue cuál de todos los conflictos de la protagonista desarrollar. Cuando por fin se decide por la problemática principal a tratar, ya es demasiado tarde. Nos quedan demasiadas preguntas acerca de lo que vimos y ninguna respuesta, no porque el final sea abierto, simplemente porque la propia obra se olvida de sus conflictos. Hay demasiados personajes y poco desarrollo de cada uno. Ni siquiera la protagonista, Ruth Slater, tuvo alguna transformación recalcable. Es simplemente una sucesión de eventos con una vaga conexión entre ellos hacia un final. Sandra Bullock le da a su personaje una faceta interesante pero que no termina de cerrar, sin embargo, su actuación mejora cuando se escoge un rumbo específico para la trama y logra avanzar hacia una idea más clara de lo que se quería contar. “IMPERDONABLE” tenía un gran potencial, pero se perjudicó a sí misma queriendo sobre explicar sin dejar lugar para el misterio y las preguntas. No es específico del final del filme, sino una generalidad que se da desde el primer minuto. Por Felipe Benedetti Disponible en Netflix Hoy llegó a nosotros, a través de la pantalla grande y con la dirección de Dios mismo (Steven Spielberg) la remake de la icónica película de 1961 “WEST SIDE STORY”, traducida en Latinoamérica como “Amor Sin Barreras”. Según vimos en el tráiler, apuesta y promete mucho, pero, ¿cumple? La historia, basada en el amor trágico de Romeo y Julieta, cuenta cómo dos pandillas pelean constantemente por “orgullo” y territorio en una destruida Nueva York post Segunda Guerra Mundial. Cuando Tony (Ansel Elgort) y María (Rachel Zegler) se conocen, ninguno imagina los problemas que su amor desencadenará, debido a que cada uno pertenece, respectivamente, a dichas pandillas, llamadas “Jets” (integrada por descendientes europeos) y “Sharks” (que provienen de Puerto Rico). ¿Podrán estar juntos a pesar de las circunstancias? Esta versión plantea todo muy a lo grande; grandes escenarios, grandes coreografías, grandes grupos de bailarines y bailarinas, y un ambicioso guion técnico, con fotografía y edición mucho más ágil y dinámica que en 1961, obviamente, actualizando el ritmo de ésta a un público contemporáneo menos atento y más acelerado. Posee intensas referencias y planos similares a algunos de “La La Land”, que es un buen ejemplo del despliegue que puede lograr el Hollywood contemporáneo. Sin embargo, se asemeja mucho más al musical de Broadway original que a “West Side Story” hecha película. El casting es inmejorable. Spielberg apostó por que “María” sea interpretada por una desconocida talentosa (y encima, hija de latinos), y eso debe celebrarse, ya que todavía estamos lamentando la decisión opuesta en films musicales recientes como “La Bella y La Bestia”, en donde se eligió a Emma Watson para cantar… sin que supiera hacerlo. Rachel Zegler (Maria) es deslumbrante y sorprende por su corta edad. Logra mantener un delicado balance entre la madurez de su interpretación y la inocencia de su personaje. Por otro lado, Ansel Elgort (Tony) es la única cara conocida en la pantalla grande, ya que la mayoría de los demás actores en roles importantes son provenientes de la escena de Broadway. Este muchacho realmente nos deja con la boca abierta; sobre todo en su interpretación de la magnífica canción “María”, donde su timbre, entonación e interpretación transmiten una calidez indescriptible, sólo comparable con el amor adolescente. Otro rol que nos deja perplejos es el de “Anita”, interpretado por Ariana DeBose, que también es bastante nueva en el ambiente cinematográfico, ya que hasta 2019, mayoritariamente trabajó en Broadway. Hay que mencionar que otra apuesta de Spielberg para esta versión es sincerar el casting, y sacar el “white washing” presente en la anterior, donde los actores correspondientes a los puertorriqueños eran intérpretes blancos, maquillados para oscurecer su piel. Por otro lado, más allá de que se mantuvo la espectacular banda sonora compuesta por Bernstein, letrada por Sondheim, toda la coreografía es nueva, mucho más latina y menos “españolizada” o estereotipada a lo Carmen Miranda. Lo referente a estética, fotografía, iluminación, escenografía, vestuario, maquillaje, montaje y sonido, es impecable. Los arreglos orquestales dan escalofríos e impactan de forma emocional, directo en el “cora”. Lo único que uno podría mencionar es que, a pesar de que la historia está actualizada y sincerada lo más posible, y se ve fortalecido al personaje de María (y en general, a todas las mujeres), no maduró lo suficiente como para que el amor joven de Tony y María tenga sentido, y así, dar razón de ser al final del film, que permanece fantasioso, etéreo y trágico, de igual forma que su versión antecesora. De todas maneras, así se prefiere, con tal de que la banda sonora permanezca inmortal, luego del fallecimiento de Sondheim en noviembre de este año. Reseñar una película de este calibre es un honor, pero además, increíblemente difícil, debido a todo el trasfondo artístico que posee, los millones de fans en todo el mundo, las nuevas audiencias que vivirán esta historia como inédita, y por último, el hecho de que reúne a Hollywood con la escena musical de Broadway, nada menos. ¡Ampliamente recomendada para ver en el cine, en pantalla bien grande, y con buen sonido y volumen! Por Carole Sang Netflix lanzó su nueva apuesta de cara a la temporada de premios, “EL PODER DEL PERRO''. La directora del clásico del cine “La Lección de Piano”, Jane Campion, regresa con un western que sorprenderá a muchos. Una gran dirección y producción reviven un género que se ve cada vez menos en el cine, pero siempre que resurge demuestra que está más vivo que nunca. Los ganaderos Phil (Benedict Cumberbatch) y George Burbank (Jesse Plemons) son hermanos que se encuentran en una permanente tensión por sus diferencias. Todo empeora cuando George se casa con una viuda y empieza una vida con ella y su hijo, a los cuales Phil les hará la vida imposible. El filme se toma su tiempo para progresar, pone el foco en cada personaje y cuida sus desarrollos para dar coherencia a sus acciones. La directora no se apura en querer mostrarnos todo rápidamente y nos muestra cada personaje con lujo de detalle, logrando que nos metamos en sus conciencias y realicemos un profundo análisis psicológico de cada uno de ellos. Nos sumerge en un laberinto de pensamientos y de teorías sobre cómo avanzará la trama, mediante indicios muy sutiles sobre lo que realmente está sucediendo. No nos presenta nada como una obviedad, deja que reflexionemos y saquemos nuestras propias conclusiones de lo que sucede. Presenta una trama de alta complejidad, con un guión de base muy arriesgado y con muchos giros meticulosamente desarrollados. Crea una tensión permanente entre los personajes desde el primer minuto y no para hasta el final. La misma va aumentando lentamente y va tejiendo las relaciones entre los personajes. Quizás nos queden más preguntas que respuestas y debamos reflexionar varias horas sobre lo que vimos, logrando un filme cautivante. Teníamos dos grandes premisas que hacían creer que la banda sonora no podía fallar. “La Lección de Piano”, mencionada anteriormente, posee una musicalización muy distinta en estilo, pero igual de narrativa que la obra en cuestión. Desde un principio, entonces, asumimos que la cuestión sonora es importante para su autora. A su vez, está compuesta por el reconocido Jonny Greenwood (compositor de varias obras de Paul Thomas Anderson), que en esta ocasión logra dar con el ritmo y tensión necesarias. Lamentablemente nuevamente nos perdemos de ver una gran obra en cines masivos. Estamos quizás ante una de las grandes películas del año, con mucho que contar y narrar. Un western muy firme y con un gran contenido autoral, pero que no podremos ver en pantalla grande, como siempre nos acostumbró el género. Por Felipe Benedetti Llegó a los cines “REY RICHARD: UNA FAMILIA GANADORA”, una obra protagonizada por Will Smith sobre las legendarias tenistas Venus y Serena Williams. Richard Williams (Will Smith) entrena desde pequeñas a sus hijas para que se conviertan en las mejores tenistas del mundo. Enfrentándose a un contexto social y económico difícil, deberá encontrar alguien que crea en la capacidad de sus hijas. Por lo general las películas basadas en hechos reales son muy difíciles de realizar, más aún cuando se enfocan en un personaje famoso. La dificultad reside en encontrar el recorte del hecho que se quiere narrar y entender que se busca transmitir sobre una determinada historia de vida. En este aspecto el largometraje tiene su primer acierto. El enfoque está puesto en Richard y en su obsesión por cumplir su objetivo. Lo fácil hubiese sido mostrar el punto de vista de las hermanas Williams para provocar una fácil identificación del espectador con un personaje ya conocido. Pero el filme no toma este camino. Decide mostrarnos el descabellado objetivo del padre en un entorno que no lo favorece en lo absoluto. La obra se propone un objetivo muy difícil, pero a la vez correcto para cualquier ficción que busca contar una historia dejando algo especial al espectador. Plantea una reflexión en torno al ego del personaje principal, quien en su búsqueda se enfrenta a un contexto social, económico y racial que le sirven de obstáculos. Es una historia de superación, pero no cualquier superación. Tenemos un protagonista que deberá enfrentar una transformación extraordinaria para que su plan se cumpla: deberá comprender que a veces lo mejor es el cambio. Es en este punto donde quizás le cuesta a la obra encontrar un rumbo claro sobre lo que desea hacer con su personaje y no termina de definir algo concreto. Es el tercer largometraje de ficción del director Reinaldo Marcus Green y esta historia ya alcanzó un alto nivel narrativo. Los planos y encuadres tienen una gran carga emocional que van directo a lo que el filme quiere transmitir al espectador. Se manejan perfectamente los momentos de tensión emocional y deportiva, convirtiendo el tenis en un deporte cinematográfico Will Smith se transforma completamente en el personaje de Richard y su actuación es uno de los pilares del largometraje. Logra que empaticemos con el protagonista, por más que por momentos no estemos de acuerdo con su accionar, lo queremos ver triunfar y lograr su objetivo. Hay normalmente una gran dificultad en el cine al hacer actuar a menores de edad. Las actrices de Serena y Venus (Demi Singleton y Saniyya Sidney respectivamente) logran esta tarea y nos hacen meternos en la historia. “REY RICHARD” es una de las grandes películas del año. Logra superar las adversidades que siempre conllevan las historias basadas en hechos reales y nos cuenta una historia emocionante en la que, a pesar de ya saber el final, estamos permanentemente expectantes del mismo. Por Felipe Benedetti |
Historial de críticas
Abril 2023
|