Se estrenó uno de los films biográficos más esperados del año: “Elvis”, dirigido por Baz Luhrmann (“Moulin Rouge!”, “El Gran Gatsby”). La historia del Rey del Rock and Roll promete mucho para estas vacaciones de invierno… ¿Cumple? El Coronel Tom Parker (Tom Hanks), viejo y agonizante, cuenta cómo encontró el mejor “acto de circo” de su vida, Elvis (Austin Butler), a quien representó por muchos años, y argumenta no haberlo “matado” ni “estafado”. Parker, allá por los años ‘50, solía gestionar un espectáculo itinerante de música country. En uno de los viajes, le hacen escuchar un demo que le llama la atención, pero descarta por ser música “negra”, o más bien, común en la comunidad afroamericana. Cuando le dicen que el cantante es en realidad blanco, el Coronel decide ir a verlo cantar en una grabación en vivo (con público) de un programa de radio llamado Louisiana Hayride. El sex-appeal y la voz de Presley, gestados en un pueblo pobre de Memphis, escuchando soul afroamericano, transforman a la audiencia. Lo que sigue a eso después, es la historia del ascenso más alto y caída más trágica de uno de los artistas musicales del siglo XX con más impacto a nivel mundial. Baz Luhrmann es conocido por su afición al storytelling intenso y dramático, y esta cinta no es la excepción. Las decisiones tomadas, ya sea en el estupendo casting de Butler como Elvis, o la impresionante fotografía, nos sumergen por completo en lo que sucede en pantalla. La temática de la ciudad de Las Vegas, las apuestas, el simbolismo, el brillo, así como la aridez, la neutralidad y también oscuridad, muestran hermosos contrastes describiendo diferentes épocas de la vida del cantante y su carrera en crecimiento, apogeo y luego crisis. El trabajo actoral no podría ser mejor, sumado a la capacidad del departamento de arte para terminar la transformación física del elenco. Butler exuda talento y logra moverse, sonar, mirar, sonreír, seducir y hasta sudar como Presley lo hacía, y con la misma aparente facilidad. Hanks, por otro lado, más allá de ejecutar su rol de forma adecuada, no es especial o irremplazable. La química, sin embargo, entre todos los actores, y la dinámica que se logra, nos captura y nos hace sentir mucha empatía por el cantante y su ingenuidad frente a una industria que lo consume por completo. Es necesario destacar la audaz mezcla de sonido y la impecable musicalización. Se hace un gran énfasis en las influencias del artista: en un Estados Unidos extremadamente segregado y con mucha gente racista, era fácil confundir la música de Presley como “música de blancos”, como el coronel quiso venderlo por un tiempo. Pero lo que hace esta cinta es hacer entender a nuevas generaciones que todo lo que escuchan ahora tiene un origen en la apasionante música negra de principios y mediados del siglo XX. El soul, el funk, el jazz, y todo lo que vino después (y durante) es producto de una cultura viva, que evoluciona y se transforma, siendo así Presley un importantísimo agente de cambio. Luhrmann intenta, de esta forma, generar una suerte de reparación para con la comunidad afroamericana y la tremenda apropiación cultural de la que fueron foco durante mucho tiempo (y, en algunos casos, aún lo son). La dirección de arte y especialmente el maquillaje y vestuario son la frutilla de la torta para este film; realmente se lucen y aprovechan para “tirarle todo encima”; puras decisiones acertadas al vestir al muchacho flaco, talentoso y, como lo describe Parker (Hanks), “amanerado”. Se muestra al intérprete con un hombre sin miedo a vestirse fabulosamente, a llevar el show a su cuerpo y atraer atención hacia este. Un hermoso antecedente de lo que actualmente conocemos como la “yassificación”. Esta es una película absolutamente imperdible para estas vacaciones de invierno, para todas las edades. Mi recomendación: ¡verla en salas con buen sonido Surround! A no perdérsela; a enamorarse de Elvis una vez más. Por Carole Sang
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Se estrenó en salas lo nuevo de Marvel Studios, “THOR: AMOR y TRUENO”, dirigida por Taika Waititi (“Jojo Rabbit”, “THOR: Ragnarok”), continuando la historia de uno de los más queridos Avengers para estas vacaciones de invierno. Thor (Chris Hemsworth), el Dios asgardiano del Trueno, recorre la galaxia resolviendo conflictos bélicos con su hacha RompeTormentas. Esta vida, más allá de serle satisfactoria, se siente vacía, y el Vengador recuerda nostálgicamente a Jane Foster (Natalie Portman), la científica de quien él se había enamorado en la primera entrega de la saga. Ésta, por otro lado, se encuentra lidiando con problemas ante los que se siente impotente. El llamado de una importante reliquia puede convertirse en la solución que ella está buscando. Por otro lado, Gorr, el Carnicero de Dioses (Christian Bale), ejecuta un plan gestado por un rencor profundo y la corrupción de una espada maligna. ¿Cumplirá su objetivo de aniquilar a todos los dioses? Esta película es un torbellino de colores y música enfocado en la experiencia del espectador, y es consciente de sí misma. Es acompañada por la armoniosa narración de Korg (Waititi, el director), que es aliado del protagonista en sus aventuras y ayuda a darle un toque épico a relatos que por momentos pueden ser triviales. La performance individual de cada actor es buena, y cada uno de ellos posee algo especial que es demostrado y, en su mayoría, aprovechado por la dirección: Hemsworth usa su carisma interminable, Portman, su presencia actoral entrañable y ni hablar de Bale, con su enorme versatilidad corporal y expresiva. Todo esto brinda valor, pero faltan química e interacciones relevantes, sobre todo entre Jane (Portman) y Thor (Hemsworth), en donde su relación se ha vuelto completamente estéril y aburrida. El film es muy estimulante, como si fuera un desfile de producción, actores formidables, efectos, colores, música, pero se los halla inconexos, mucho más al principio. Toma todo el primer acto para acomodarse y asentarse. En lo que respecta al guion, funciona a duras penas, más que nada gracias a las decisiones estéticas y las interpretaciones actorales (especialmente la de Christian Bale), pero si hay que ser completamente sinceros, se cae a pedazos. El conflicto principal no es suficiente y no hay obstáculos: todo está facilitado para los protagonistas, o al menos eso parece, volviendo a la audiencia un simple receptor de estímulos coloridos, que no requiere ningún tipo de proceso mental o emocional (al menos durante los dos primeros tercios de la cinta); funcionando como película infantil. Sin embargo, sorpresivamente, en las escenas finales, el film - y, sobre todo, Hemsworth - pega un vuelco inesperado y nos brinda emociones reales y vulnerables, no superficiales. Bale nos ofrece un villano ruin, oscuro y corporalmente interesante, trabajado de una forma muy visceral, pero la poca profundidad del film lo desaprovecha. Sí hay que recalcar que, a pesar de que la historia no es relevante para su integración con el MCU y que el primer acto nos entra por un oído y nos sale por el otro, se ven muchos guiños a las batallas pasadas de los personajes -contra Thanos, por ejemplo - que aportan remates cómicos disfrutables. Finalmente, cabe resaltar las excelentes decisiones estéticas, en donde Guns N’ Roses, entre otras bandas de rock, musicalizan escenas en cámara lenta, explosiones, peleas y coreografías épicas - en las que a veces lamentablemente falla un poco el CGI. Es una buena película “touch and go” para las vacaciones de invierno: para pensar poco, divertirse (en una forma súper apta para todo público) y olvidarse. Por Carole Sang Se estrenó en cines “TODO EN TODAS PARTES AL MISMO TIEMPO”, abriendo otra ventana cinematográfica al imaginario de los multiversos, dirigida y escrita por Dan Kwan y Daniel Scheinert. Se trata de una mujer inmigrante de China, Evelyn Wang (Michelle Yeoh), que es dueña de una lavandería en Estados Unidos. Las relaciones con su padre anciano (que encima no habla inglés), con su esposo y con su hija cada vez están peor, y su vida se ha vuelto una maraña de conflictos y rutinas deprimentes, pensando en todo lo que podría haber sido, habiendo tomado diferentes decisiones. La visita a una desagradable empleada de la IRS (una entidad de control impositivo) la pone en contacto con otro universo, de la forma menos esperada. Evelyn, ¿logrará apreciar cada decisión que ha tomado? La premisa está muy bien planteada, y el guion es ingenioso; se puede decir que el film tiene una sólida base donde asentarse. Es simplemente genial, por donde se lo vea. No sólo la trama es interesante para el espectador casual, sino que también plantea dilemas filosóficos muy profundos, con una conclusión realista pero optimista, en donde se encuentra tolerancia. Pero esperen, ¡aún hay más!: es extremadamente hilarante; una montaña rusa que nos hace oscilar entre risas y llanto con una extrema facilidad. Estos contrastes y lo mucho que varían las realidades alternas colaboran en crear una obra maestra espectacularmente ejecutada. El storytelling técnico, o sea, dirección, fotografía, movimientos de cámara, coreografía de artes marciales (!!!), maquillajes (especialmente los de la villana), dirección de arte (que logra hacernos diferenciar los diferentes escenarios), efectos especiales… Todo es increíble. Las interpretaciones de los personajes son absolutamente inmersivas, intuitivas, verosímiles. La presencia del idioma chino le da un toque especial de realidad; muestra cómo aprenden a integrarse los inmigrantes a una sociedad que no siempre los recibe con los brazos abiertos, además de, por supuesto, representar también cómo funciona la comunicación dentro de cualquier familia, en donde los integrantes hablan un “lenguaje” que sólo ellos entienden. También se puede mencionar que esta película es una muy interesante fusión entre la cultura occidental y la oriental. Hay momentos en que el humor es más absurdo, y en otros, es más clásico. Y así, con todo tipo de situaciones en los diferentes universos que se presencian a lo largo del film, resultando en una pieza sumamente versátil y llena de entretenimiento, que simultáneamente cuestiona enigmas incomprensibles del universo, filosofía, y enfrenta todo esto con simples situaciones de nuestro cotidiano. Quiero destacar, además, la enorme presencia de artes marciales, de una forma que hace tiempo no se veía en el cine occidental, en donde la rompe Ke Huy Quan, actor que interpreta al esposo de la protagonista. Se mueve como nuestro queridísimo Jackie Chan en todo su esplendor de fines de los ‘90 y principio de los años 2000, y más también. Por otro lado, por más que hay muchas versiones de los personajes a través de los diferentes universos, el film logra hacernos empatizar con los de uno solo. La llegada sentimental que tiene es imposible de esquivar. Toca las fibras más profundas de nuestro niño o joven interior, que duda sobre las decisiones a tomar en la vida que generan nuevos caminos y cambios en nuestra esencia fundamental. Es un estreno absolutamente imperdible, divertidísimo, hermoso. Una película que disfruté muchísimo, y que recomiendo en todos los universos. Por Carole Sang Llega a la gran pantalla “El Peso Del Talento”, en donde Nicholas Cage se viste de sí mismo para volver a intentar conquistarnos. Nick Cage ha llegado a lo que siente como un punto cúlmine en su carrera, en donde su éxito pasado lo presiona a seguir consiguiendo conquistas laborales y no dejar que su fama se esfume. Cage se esfuerza en que su relevancia no desaparezca, pero se le complica equilibrar esa lucha con una vida familiar sana, o una relación recíproca con su hija. Por otro lado, su agente (Neil Patrick Harris) sigue buscándole trabajo para saldar deudas que su estilo de vida le generó. Una de las propuestas que surgen es una contratación para ir al cumpleaños de un excéntrico millonario (Pedro Pascal), ferviente fanático del actor. La necesidad tiene cara de hereje, así que Cage acepta a regañadientes, desencadenando toda una situación inesperada… que cambiará la vida de ambos. Pocas veces se ve una película con guion tan ingenioso: es impecable. Mezcla y entrelaza dos líneas narrativas, una tranquila y comédica, que está firmemente enlazada con la gigantesca química que los protagonistas comparten, y otra más dinámica, en donde las cosas “peligrosas” de acción suceden y el film progresa de una forma mucho más cinematográfica, generando momentos dignos del “Nicolas Cage épico” que todos conocemos. Ambas corrientes, combinadas, nos brindan momentos de contraste, complementándose entre sí, y dando a los espectadores tanto inmersión, empatía, como también espacio para observar desde afuera. Lo único que podría objetarse es la presencia de diálogos un poco cliché o predecibles, pero hay tantos impredecibles, que hasta podría decirse que brinda estabilidad al público poder anticiparse algunos. La trama es casi consciente de sí misma y eso hace que surja hasta complicidad con el público. La interpretación de los actores es súper dinámica y se potencian entre sí, ya que la química que comparten, reitero, es realmente impresionante. El acento de Pascal entretiene por sí solo, además de, por supuesto, volver a su personaje una fuerza atractiva y suave, totalmente opuesta a la energía explosiva y “todo o nada” de Cage. Este, por otro lado, es una estrella y lo demuestra sin falsas humildades, aunque, sin embargo, logra hacer, a través del humor, una autocrítica, si se quiere, de él mismo, y por extensión, a los actores famosos de la industria. Lo visual se vuelve muy interesante gracias a las locaciones bellas seleccionadas para algunas tomas, así que pulgares arriba para la producción. Sin embargo, se desaprovecha un poco por momentos. Por otro lado, la dirección de arte merece una mención especial, ya que vuelve especiales a ciertos objetos inanimados relevantes para la trama y graciosos en sí mismos. La versión joven del protagonista, rejuvenecido digitalmente, se asemeja mucho al Nicolas Cage de antaño, y aunque es un poco perturbadora, le añade gracia, en vez de distraer, cosa que es difícil de lograr cuando de retoques digitales se trata. Una película imperdible, llena de referencias a la extensa carrera de Cage, que recomiendo ampliamente. Para ser sincera, hace varios años que no me río a carcajadas en el cine como me reí con “El Peso Del Talento”. ¡Cita obligada de este finde! Por Carole Sang “Doctor Strange 2: en el Multiverso de la Locura”, la esperadísima película del Universo Cinemático de Marvel, ya aterrizó en los cines protagonizada por Benedict Cumberbatch y Elizabeth Olsen. Una joven llamada América es perseguida por toda clase de monstruos y figuras tenebrosas invocadas por un ser maligno, que al parecer, se encuentra en otro Universo. El Doctor Strange (Cumberbatch), para intentar ayudarla, busca la fuente de tales maldiciones, para proteger, no solo a la chica, sino al poder que ella tiene, que afecta la estabilidad del Multiverso. Mientras tanto, reviven emociones, tanto del Dr. Strange como de Wanda (Olsen), ambos llevando adelante un duelo por “lo que no pudo ser” de sus vidas. Ellos deberán evitar que el dolor que atraviesan nuble sus juicios y desestabilice la realidad que habitan. La dirección, llevada a cabo por Sam Raimi (apreciado también por dirigir las primeras “Spider-Man” con Tobey Maguire), da significado al título del film. La forma en que se cuenta la historia es impactante, orgánica, usando imágenes y estéticas memorables, que nos hacen viajar por más de un universo. Tener un concepto tan abstracto como una de las premisas principales de la trama da lugar a la exploración, y esto es bastante bien explotado. Los viajes a través del Multiverso que muestra Raimi a veces nos marean pero el espectador siempre cuenta con recursos que permiten seguir adecuadamente la historia y ubicarse. Esto es lo más valorable de la película, junto con los recursos gráficos que se utilizan. El gran problema de esta película es el guion, que se siente apurado o facilitado a propósito. Se encuentran soluciones, llaves, entradas, etcétera, de una forma irrisoria, increíble, o que no tiene sentido, y lamentablemente esto sucede en partes muy importantes de la película, haciéndola extremadamente predecible. Esto incluso impacta en el desempeño de algunos personajes que casi no hacen oposición a ciertas órdenes de villanos o seres malignos, volviéndose artífices, casi cómplices de los planes malévolos en ejecución. No se exploran las consecuencias emocionales de lo que pasa. No se dedica tiempo a generar preguntas con los personajes, sus diálogos y acciones, por lo tanto, no hay un equilibrio de oposición de fuerzas. El elenco nos brinda performances irrelevantes durante la mayor parte de la trama, a excepción de Olsen (Wanda Maximoff - La Bruja Escarlata) que tiene varios buenos momentos, mostrando una enorme versatilidad y emocionalidad, que, a pesar de lo breves que son, logran captar nuestra atención y hacernos empatizar con ella. La experiencia visual y auditiva es fenomenal. Las formas, luz, vestuario, colores, estética, música, fotografía, CGI, efectos especiales visuales y sonoros vuelven a esta cinta un producto espectacular, más allá de los problemas de guion que pueda haber. Como entretenimiento superficial, funciona, sin conmover en profundidad. Lo más impactante, como suele ocurrir últimamente con las películas del MCU, es el gran desfile de recursos técnicos con que cuentan. Buena película, entretenida y afable, que continúa (apenas) la historia del Dr. Strange y lo que pasó en WandaVision. ¡Recomendada para este finde! Por Carole Sang El jueves se estrenó en cines argentinos “El Buen Patrón”, justo a tiempo para el Día Internacional del Trabajador. Con Javier Bardem como protagonista, es una producción española con tintes de comedia y drama. Se trata sobre Julio Blanco (Bardem), el dueño de una premiada y establecida fábrica de balanzas, que se dedica a aceitar todos los engranajes de su compañía, asegurándose de que todos los empleados puedan cumplir bien su trabajo y tener vidas satisfactorias. Estas tareas se intensifican en una temporada en que su establecimiento está en la etapa final de una evaluación para recibir un premio a la excelencia de un comité local. Como es de esperarse, todo lo que puede salir mal, así sale. Conflictos laborales problemáticos, amoríos desubicados y hasta violencia vuelven su vida, tanto profesional como personal, lo más caótica posible. En general, es una película muy ingeniosa y divertida superficialmente que aborda temas sociales muchísimo más profundos de lo que aparenta. El hecho de que ese “disfraz” funcione y que la película sea disfrutable por cualquier ojo espectador, ya sea uno muy observador, o uno más ameno, habla de lo hábil que es la dirección. Además, el elenco nos proporciona una performance equilibrada que brinda credibilidad a un guion estable, pero algo caricaturesco, complementándolo maravillosamente a pesar de algunas líneas de diálogo que son cliché o situaciones forzadas (cuyo desenlace funciona, por lo tanto, vale la pena hacerlas). La forma de contar la historia, el montaje y las decisiones de fotografía y vestuario son muy clásicas y se percibe como una trama muy a tierra. Se ve un aspecto del mundo empresarial, del comportamiento ''pisa cabezas '' del “buen patrón”, que no siempre es políticamente correcto, pero que funciona para mantener la atención del ojo público en donde él la requiera. Se demuestra que, de esta manera, aquellos/as empleados/as que avanzan la pirámide ejecutiva no siempre son los/as más dedicados/as. Muy buena película para encontrar catarsis, una descarga de la impotencia que podamos haber reunido estando insertos en un sistema algo ingrato. Recomendada, ¡vayan a verla! Por Carole Sang Hoy por fin se estrenó “EN LA MIRA”, una nueva súper producción que pone al cine nacional como protagonista. Está dirigida por Ricardo Hornos y Carlos Gil, y tiene un elenco encabezado por Nicolás Francella, Emilia Attias y Gabriel Goity. La historia cuenta cómo Axel (Nicolás Francella), a pesar de los obstáculos cotidianos de Buenos Aires, es un hombre carismático y se mantiene fresco, incluso durante su trabajo como personal de atención al cliente en un call center. Un día como cualquiera, luego de saludar a su dulce pareja, con quien está próximo a casarse, y un ardiente intercambio por mensaje con su amante, se vuelve testigo de una extraña situación: un cliente llama y le dice algo que cambiará su perspectiva; éste tiene el poder de arruinarle la vida. ¿Cómo saldrá Axel de esta situación? ¿Cuáles serán sus consecuencias? Esta película sabe jugar con nuestras emociones. Usa todos los recursos a su alcance para mantener un ritmo de relajación y tensión constante. La dirección, el montaje y el storytelling trabajan en conjunto para tener al espectador al borde de su asiento. En una charla durante la función de prensa, los directores mencionaron su afinidad por el estilo de directores como Tarantino, en donde el film es mucho más que solo la suma de sus partes, y eso es notorio. Hablemos de un tema muy importante: ¿qué onda “el hijo de Francella”? Carismático, seductor y habilidoso, no lo habíamos visto como protagonista aún, sino, por ejemplo, como villano en “El Cuento de las Comadrejas” (2019). Muchas veces, el peso de un apellido y las expectativas construidas alrededor sobrepasan y abruman a un artista en desarrollo, nunca a la altura de sus progenitores. Esto no sucede con Nicolás, que se desenvuelve excelentemente, de manera aún más elegante que su padre, Guillermo, a su edad. El elenco, en general, trabaja adecuadamente. Hay diálogos que son un poco extra-dramáticos, por encima del tono de cada personaje, pero esto ayuda a brindarle algún trasfondo a una historia que, más allá de contar con una excelente visión cinematográfica, carece de profundidad. La motivación de algunos personajes no alcanza para explicar su comportamiento extremo, y los giros de la trama no son lo suficientemente grandes o notorios como para justificar una premisa que creemos durante casi toda la película. A nivel técnico, o sea, fotografía, sonido, arte, edición, música, está película la rompe. Nada está puesto al azar ni con desgano. Si hay algo que felicitar, es al personal desde detrás de las cámaras, que nunca reciben suficiente reconocimiento. Este es el nivel de cine nacional que merecemos, aunque sí, estaría bueno darle una vuelta de rosca a la profundidad con que se tratan las historias. Este fin de semana vayan a ver “En La Mira”, que no se van a arrepentir. ¡Aguante el cine argentino! Por Carole Sang Ayer se estrenó en la pantalla grande el film “DESESPERADA”, un thriller que promete tenernos pendientes durante toda su duración. ¿Cumple? Se trata de una familia abatida por la desafortunada muerte del padre. Su viuda, Amy Carr (Naomi Watts), tratando de distraerse, sale a correr por el bosque, internándose en los caminos menos transitados. A media mañana, recibe una llamada contándole que en la escuela hay un tirador activo y que su hijo adolescente, Noah, podría estar en peligro. A kilómetros de la ciudad, agotada por entrenar, y abrumada por el pánico, Amy, usando sólo su teléfono celular, busca cualquier forma de volver y evitar el peor desenlace. En lo que respecta a la dirección del film, los personajes están representados adecuadamente por el casting elegido. Watts es, por supuesto, foco de casi toda nuestra atención, y, por lo menos a nivel actoral, la rompe. Las decisiones tomadas por el director para generar tensión no siempre son acertadas, pero la trama es simple, se plantean temas relevantes actualmente (sobre todo para Estados Unidos), y se generan imágenes bonitas, aunque no muy interesantes. El problema más grande de esta película es el guion. Hay un desbalance que ni siquiera una tremenda actriz como lo es la protagonista puede equilibrar. Es entendible que “Desesperada” intente transmitir empatía por los afectados por tiroteos masivos, y por eso se encapriche en mostrar cada segundo de lo que le pasa a Amy; pero una vez que esa desesperación se demuestra y es captada por el público, los obstáculos se vuelven pesados. De todo lo que pasa, lo más interesante es una sola revelación, aproximadamente a la mitad del film (revelar cuál sería spoiler…). La sensación que se genera es un gran “uh, no termina más”, degradando cualquier buena performance que pudo haber habido, incluidas las de los personajes que hablan por teléfono con la mamá de Noah. La fotografía es bella y aprovecha adecuadamente los escenarios naturales. Los colores y las texturas vuelven más tolerable a la cinta, pero se escatima el uso de luz dura y sus contrastes, que es una picardía, ya que brindaría muchísimo lugar a la creatividad e imágenes simbólicas, expresionistas. Éstas enriquecerían el mensaje que se quiere transmitir, que de todas maneras, no es profundo; con lo cual se vuelve al principal problema: el guion. La moraleja es: ¿“los tiroteos son malos”? ¿”No salgas a correr”?... Indescifrable. La historia lamentablemente es fácil de adivinar, y las cosas que van ocurriendo son resueltas de forma extremadamente predecible. La perspectiva, tan centrada en una sola persona, toma de rehén al espectador; no hay descanso de la situación. Esto, lejos de generar más empatía por Amy (producida inicialmente), hace perder el entusiasmo original. En mi opinión, hubiera sido un excelente cortometraje, o incluso un excepcional videojuego. No aprobó; preferible ver otra cosa más interesante si vas al cine. Por Carole Sang Se estrenó en salas “Animales Fantásticos 3: Los Secretos de Dumbledore”, trayendo de nuevo consigo la magia del Wizarding World. Esta entrega cuenta mucho más sobre la historia del siglo XX del mundo de Hogwarts, los Ministerios de Magia de los diferentes países, y, lo que todos veníamos esperando, la del conocido personaje Albus Dumbledore (Jude Law) y sus allegados. Newt Scamander (Eddie Redmayne), nuestro héroe de la saga, se vuelve artífice de una misión en contra de la opresión hacia los “muggles” (gente no mágica) que promueve Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen), el líder de este movimiento opresor, que es, además, un viejo conocido de Dumbledore. Grindelwald continúa usando el resentimiento de Credence (Ezra Miller) para atentar contra el mundo mágico, pero necesita mucho más para lograr la aclamación del público y el poder que ambiciona; por eso, manipula y corrompe fuerzas naturales que Scamander deberá contrarrestar, siempre acompañado de Jacob Kowalski (Dan Fogler), su más cercano y fiel amigo muggle. Es evidente que todo lo técnico, la música, los efectos especiales, son excelentes. Dejemos eso asentado, ya que Warner no decepciona y el nivel se mantiene. De lo primero que podemos hablar es de la dirección, a cargo de David Yates. Brinda mayor atención (necesaria) al personaje de Dumbledore que en las entregas anteriores. Este “fan service”, muy esperado, desplaza levemente al personaje de Redmayne, pero es un cambio bienvenido para entender la dinámica entre ambos, tan afines. La esencia de su amistad incondicional y devoción mutua es capturada y embotellada en toda la película. También es muy interesante la forma de ir revelando fragmentos del pasado de los personajes, en donde los flashbacks utilizados fluyen orgánicamente. Se atienden importantes cabos sueltos desde “Los Crímenes de Grindelwald”, como la procedencia de Credence, un poco del pasado de Aberforth (hermano de Albus Dumbledore), la relación entre Queenie y Jacob, y la de Tina y Newt. Se suma protagonismo de personajes antes algo dejados de lado, Bunty y Theseus, la asistente y el hermano de Scamander respectivamente, y se adicionan personajes nuevos - cuya participación lamentablemente no es relevante y se nota la intención de “cubrir un cupo ‘no blanco’”. Se vuelve necesario hablar del guion y sus inconsistencias. Los momentos graciosos o agradables, a pesar de que rinden y están bien distribuidos, no encandilan lo suficiente como para dejar pasar lo torcidas o forzadas que son ciertas explicaciones, situaciones o sus resoluciones. El pasado de Aberforth no es claro, tampoco el de Ariana ni el de Credence, y ni hablar del pasado autoritario de Albus, afín a Grindelwald. No se hace suficiente énfasis en qué hizo cambiar de opinión al personaje de Jude Law en su juventud. Se apuran cosas que merecen más profundidad. De la misma manera, no hay conexión con la película anterior, exceptuando a la revelación del pasado de Credence. Casi no se da atención a los animales fantásticos, a pesar de que aparecen en el título de la saga. La relevancia de estos para la resolución de la trama es mínima, no alcanza, además de mostrar momentos de crueldad para con las criaturas mágicas que hasta deberían tener advertencias de lo chocantes que son. Por otro lado, ¿alguien se acuerda de Nagini?... Bueno, parece que ni siquiera Rowling. Estaba más preocupada por el Pacto de Sangre entre Grindelwald y Dumbledore y forzar las situaciones que lo rodean, y eso incluye la ida del equipo al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, de forma totalmente irrelevante para la historia. A pesar de todo esto, los personajes brillan; el elenco es infinitamente talentoso y el cambio del actor de Grindelwald (pasando de tener a Johnny Depp a Mads Mikkelsen) abre paso a un villano más distinguido, aunque menos expresivo, que no termina perjudicando al film. Otra mención especial puede ser la de dirección de arte y vestuario, que, como hasta ahora, han dado en el clavo, volviendo a la película hermosa y manteniéndola en los mismos estándares que a las entregas anteriores. Como fanática de Harry Potter, admito que me gustó mucho. A nivel industria, es una súper producción que está buenísima para ver en el cine. Solo queda esperar que las siguientes entregas mejoren el guion y retomen los personajes abandonados. Por Carole Sang Hoy llegó a la pantalla grande “C’mon C’mon: siempre adelante”, un drama con tintes de comedia (y en blanco y negro) protagonizado por el mismísimo Joaquín Phoenix. Se trata de un creador de contenido digital, Johnny (Phoenix), que graba podcasts, entrevistas, y es una especie de “blogger de radio”. Ante una emergencia, su hermana, debe viajar y le pide cuidar a su hijo Jesse. El locutor accede a pesar de que había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto. Situaciones y dificultades muy cotidianas dan origen a conflictos que la única forma de resolver será sanando y perdonándose entre ellos. El niño ayuda al adulto a sanar traumas generacionales, y ambos aprenden más del mundo juntos, retomando una relación de sobrino-tío dejada de lado hace algunos años. Esta película es todo lo que tiene que ser, ni más ni menos, y no intenta presumir o ir más alto de lo que se sabe que puede. A pesar de lo simple que parece el guion, la dirección es alucinante. Los actores principales ofrecen una performance y una química entre ellos pocas veces vista, y logran mostrar aquellos aspectos del libreto que solo están en la mente de quien lo escribió. Es una de las ventajas de Mike Mills, guionista y director: cuenta con aclaraciones o ideas en su mente que no encontraría otro. La decisión de tonalizarla en blanco y negro es entendible, mas no crucial para la sensación de nostalgia que se busca. Resulta interesante, de todas formas, ver toda la película como un recuerdo, donde momentos bellos, ya sea en una gran ciudad o en una playa, cobran un tinte triste por el simple hecho de que se terminan. Por otro lado, asumo que el monocromatismo también viene de la mano de cómo vive todo el protagonista (Phoenix), a través del audio, en donde los sonidos ambientes, dialogos, entrevistas, etcétera, pueden ser grabados, descriptos y escuchados de nuevo para escribir sobre ello, pero no existe información de color, forma o temporalidad. Por eso, toda la estética “atemporal” de la trama, junto con las decisiones sobre la escala de grises, le dan a la pieza audiovisual un jugo adicional que exprimir. El ritmo de “C’mon C’mon” resulta orgánico y apacible, con momentos de tensión y relajación suficientes, y acompaña al espectador, dándole tiempo a recuperarse de sus propias reacciones, y por esto es que la cinta es un encuentro no solo con las temáticas tratadas, ya sea la niñez, trauma, peleas, familia, amor, desacuerdos, sino también un reencuentro con uno mismo. Verla en el cine es una experiencia hermosa debido a la oscuridad en que uno se ve sumido: casi que se siente flotar dentro de la pantalla junto a los personajes. Disfruté sobremanera este film, las actuaciones son increíbles, y a excepción de algunos momentos lentos que son un poquito forzados, no hay argumento en contra de sacar entrada ya mismo. Ampliamente recomendada para ir al cine, relajarse, quizás llorar un poquito… y pensar. Por Carole Sang |
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Abril 2023
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