Se estrenó “MOONFALL”, un nuevo film de ciencia ficción, protagonizado por Patrick Wilson y Halle Berry, con expectativas que llegan hasta la Luna. Brian Harper (Wilson) es un astronauta de la NASA que, durante una misión de rutina en un satélite, presencia la muerte de un compañero a causa de un choque con una masa desconocida, que además deja la nave sin dispositivos electrónicos. Harper logra aterrizar sin aparatos y regresar a la Tierra, salvando a su compañera Jo Fowler (Berry) quien había quedado inconsciente. A pesar de su heroico regreso, la NASA cuestiona su forma de proceder, enjuiciándolo y retirándole su apoyo. Casi una década después, un teórico de la conspiración, el Dr. Houseman (John Bradley-West), descubre que la Luna ha cambiado su órbita de manera preocupante y ante la falta de respuesta de las autoridades, recurre a Harper. Ambos, junto con Fowler, se vuelven claves para salvar el mundo de una fuerza destructiva desconocida. “Moonfall” es una pieza audiovisual sumamente interesante y llena de premisas enroscadas, bien planteadas pero apuradas por el montaje en algunos momentos del film, sobre todo al principio, que el ritmo es difícil de seguir. Sin embargo, vale la pena ya que la historia es apasionante, en especial para aquellos aficionados a las teorías conspirativas sobre el espacio exterior. Los actores están bien elegidos para sus roles y los momentos de acción, explicativos, coreográficos y efectistas son ejecutados impecablemente. Hay ocasionales intentos de que el público empatice con otros aspectos de la vida de los personajes, por ejemplo, afectos, familia, cariño, calidez. Esto no se logra, ya que el ritmo del montaje arrastra esos momentos y los apura, sin lograr suavizar la pantalla, resultando en momentos tibios que no llegan a tocarnos de cerca. Las actuaciones son todas buenas a pesar del ritmo no logrado en post-producción, destacando, sobre todo, a Bradley-West con su papel de teórico conspiranoico, que demuestra una vez más su capacidad para aliviar momentos de tensión con humor. Cabe aclarar, lastimosamente, que los guionistas (entre los que ubicamos al director del film, Roland Emmerich) se toman muchas licencias científicas, y en el medio del caos de la historia, muchas cosas salen misteriosamente bien, y estas ayudan a los protagonistas a lograr sus objetivos, casi sin obstáculos realistas. La película coquetea peligrosamente con el típico “deus ex machina”, y, a partir de esto, se vuelve ocasionalmente predecible. Los departamentos de sonido y banda sonora, arte y vestuario, efectos visuales, fotografía, y CGI (imágenes generadas por computadora), se llevan todos los premios. El film es entretenido y apasionante gracias a todos los aspectos técnicos-artísticos de la producción y post-producción, dejando afuera a los ya mencionados guion y montaje. “MOONFALL” es una pieza sumamente entretenida y muy estimulante, que volvería a ver. Personalmente, disfruté mucho ver a Patrick Wilson lookeado como “paria de la NASA”, motoquero y astronauta rudo que busca redención; es una cara muy agradable como protagonista. Recomendadisima para ver en familia este fin de semana. Por Carole Sang
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Ya está en cines “LICORICE PIZZA”, lo nuevo de Paul Thomas Anderson. El autor de “Magnolia” y “Petróleo Sangriento” nos trae una comedia romántica llena de emociones por vivir. Alana Kane (Alana Haim) y Gary Valentine (Cooper Hoffman) inician un romance con muchos altibajos. Superando múltiples obstáculos, deberán aprender el significado de amarse entre ellos. No hay mucho por decir de Paul Thomas Anderson que no se haya dicho. Sabe entender el cine mejor que nadie, por lo menos dentro de la nueva generación de directores. Sus largometrajes podrán no ser los más taquilleros o los que más acción tienen, pero llegan al espectador de una manera especial. "LICORICE PIZZA" no es la excepción a la regla. Es un romance lleno de amor, aunque suene redundante, donde los dos protagonistas entran en un aura en el que lo único que importa es superar sus problemas para llegar a estar juntos. Se les plantean millones de obstáculos que deberán ir sorteando poco a poco mientras su amor se va haciendo cada vez más fuerte. Desde el principio ya sabemos que va a ser difícil y que las diferencias entre ellos abundan, pero deben transformarse y aprender que a veces son aquellas diferencias las que unen a las personas. ¿Para qué está el amor si no es para complementarse? En cada aspecto de la obra hay un claro cuidado por los detalles. El amor y la nostalgia hacia el Valle de San Fernando en los 70' es profundo, y no es casualidad que sea donde se crió el propio director. Como espectadores nos sentimos cómodos en las locaciones, como si estuviésemos allí viviendo todo. Esto sucede cuando hay una plena atención de los elementos que aparecen en pantalla. La cuidadosa puesta de cámara alimenta el relato, contando con imágenes y no con palabras. De a poco va acercando a los protagonistas y por momentos los separa. Entendemos lo que siente cada uno y lo que está sucediendo dentro suyo, no porque lo digan, sino porque lo vemos. Es el primer largometraje que protagonizan Cooper Hoffman y Alana Haim, una apuesta bastante arriesgada para una película de este calibre. Pero el resultado supera las expectativas. Presentan actuaciones realistas y naturales que nos interpelan como espectadores y nos hacen creer que podríamos ser nosotros los que estamos en pantalla. Esto hubiese sido más difícil de lograr si fueran actores de renombre. Un filme lleno de magia que no terminó resultando un producto taquillero, pero que se siente como un clásico a futuro. Tenemos personajes que llegamos a conocer como a nosotros mismos, quedándose varios días en nuestras cabezas y, a su vez, locaciones y acciones entrañables. “LICORICE PIZZA” entiende que en el cine (como en la vida) lo importante son las emociones. Por Felipe Benedetti “ECOS DE UN CRIMEN” llegó a los cines marcando el regreso de Cristian Bernard como director y Diego Peretti como protagonista. Un thriller, como apuesta mainstream del cine argentino, que sorprende mucho. Julián Lemar (Diego Peretti) emprende un viaje con su familia a una cabaña lejos de la ciudad. Su principal objetivo es terminar su novela, pero la tensa relación con su esposa y un presunto asesinato por parte de un vecino, no lo dejaran obtener la tranquilidad que desea. Desde el primer plano la obra se hace notar y entendemos que todos los aspectos cinematográficos se configuran meticulosamente para lograr una cinta llena de misterio y drama. Algo difícil en el cine es lograr que cada plano valga la pena. Todo aquello que el director nos muestra (o nos oculta) debe cobrar sentido en algún momento, ¿sino para qué está? Esto es algo que Cristian Bernard maneja a la perfección en esta ocasión. Sentimos, sobre todo al comienzo, que cada minuto vale la pena. Estamos permanentemente expectantes a los detalles que se nos muestran y tratamos de tomar cada uno de ellos porque la dirección sabe darnos a entender que en algún momento tomarán relevancia. El filme está plagado de referencias cinéfilas que cada espectador irá encontrando e interpretando a su manera. El guion tiene un formato fascinante que nos sumerge en un mundo lleno de especulaciones y teorías. De entrada nos cautiva y se anima a contar una historia diferente. Al igual que en la dirección: en texto se nota de partida que cada detalle cuenta. El desarrollo del protagonista es increíble, leemos sus pensamientos y sus miedos mientras lo vemos transformarse, y no será solo hasta el final donde todas nuestras dudas se resuelvan. Es cierto que tambalea un poco durante su segundo acto, tornándose por momentos repetitiva y sentimos que estamos girando sobre lo mismo. Ésto parece ser algo intencional, pero que no cierra del todo. En materia de interpretaciones, todas son considerablemente buenas, más allá de algún que otro diálogo un tanto soso o falto de subtexto. Muchas veces sucede con actores muy reconocidos que, si no logran diferenciarse lo suficiente de sus papeles anteriores, sentimos como espectadores que estamos ante el mismo personaje pero en una película distinta. Con el actor protagonista en cuestión no sucede esto, Peretti sabe perfectamente cómo interpretar un personaje de comedia y uno de drama. Sus expresiones y diálogos se ven muy verosímiles en la gran pantalla, logrando que cada personaje se vuelva único. Ojalá esta obra los deje con ganas de más, mucho más. El cine argentino es un arte espléndido en todas sus versiones, sin embargo, creo que debemos animarnos a todo. Tanto espectadores, como críticos y realizadores disfrutan cada vez más que un filme nacional se anime a contar algo nuevo y diferente. Los ejemplos son miles. En este caso, “ECOS DE UN CRIMEN” es un policial que toma elementos de un cine que no es nuestro, pero lo eleva con lo mejor del que sí lo es. Por Felipe Benedetti Amazon Prime Video estrenó hace unos días “THE TENDER BAR”, dirigida por George Clooney, y basada en una historia real sobre las memorias de J.R. Moehringer. La película trata sobre un chico llamado JR (Tye Sheridan, adulto y Daniel Ranieri, niño), que busca entender quién es en el mundo. Con un padre ausente, el protagonista y su madre, una secretaria muy trabajadora y devota a su único hijo, tienen grandes dificultades financieras. Por eso, regresan a vivir con el abuelo (Christopher Lloyd), su tío (Ben Affleck), y el resto de sus primos. El bar de su tío, llamado “The Dickens Bar”, se vuelve un refugio, lleno de libros para leer, y amigos, clientes regulares, que ven crecer al personaje principal, lo ayudan y motivan a cumplir todos sus sueños. En lo que respecta a dirección, este film reúne muchos aspectos atractivos, como un casting acertado, un ritmo parsimonioso que invita a ver el largometraje con buena compañía, y ofrece una calidez casi palpable. Podemos decir que Clooney hizo un buen trabajo. Las actuaciones, en general de todos los intérpretes, son estupendas, y se logra el clima deseado por el director, y también, por el espectador. La película es un refugio para nosotros, así como “Dickens” lo es para JR. Los aspectos técnicos están al servicio de contar la historia. Lo mejor, quizás, es el montaje y la dirección de arte. La ambientación logra ubicarnos en las épocas donde transcurren las escenas sin volverlas lejanas a la historia; al contrario, nos incluye y el relato se siente atemporal. No busca diferencias con la actualidad, sino similitudes, y eso ayuda a empatizar con la historia y los personajes. El montaje mantiene un ritmo que entretiene y está en función del storytelling, brindando remates cómicos o contexto, ambos muy necesarios. La forma en que se va narrando la historia la vuelve real, cálida, dulce. Habla de la fortaleza, de las paternidades ausentes, y de cómo las personas lidian con las consecuencias sin dejarse dominar por las adversidades, manteniendo en vista los objetivos. Además, no olvidemos la importancia del rol de Affleck. El tío de JR (así como todos sus amigos del bar) demuestra que una figura paterna no es más que un guía, un apoyo, alguien que te haga comprender tus limitaciones, tus talentos, y te permita desarrollarte. El film nos ayuda a entender que el amor no es sólo un gesto cariñoso, un regalo o palabras bonitas, sino también acompañar, guiar, comprender, escuchar, y estar ahí cuando el otro te necesita. “THE TENDER BAR”, sin ser muy profunda o trascendental, es una estupenda película para ver con seres queridos, y encontrar un refugio que quizás creímos perdido. Destaco su liviandad, cercanía y calidez. Se las recomiendo. Por Carole Sang Disponible en Amazon Prime Video Se estrenó en cines “LA ÚLTIMA NOCHE”, una comedia con un reparto de lujo que roza lo bizarro. Protagonizada por Griffin Davis ('Jojo Rabbit'), Keira Knightley y Matthew Goode, marca el debut de Camille Griffin como directora. Mientras el mundo se encuentra en pleno apocalipsis, un grupo de amigos se reúne para celebrar su última navidad antes de que un gas mortífero termine con todo... Lo que en un principio parecía una festividad tranquila pronto se transformará en un día de puro caos. Es una ópera prima con buenas ideas y un concepto interesante, pero que no termina de funcionar. Todo parece acelerado y precipitado. Entiendo que la velocidad con la que transcurren los hechos y su poco desarrollo está ligado a que estamos ante una historia que va a contrarreloj de la naturaleza. Sin embargo, esto no está bien logrado. Los primeros minutos tienen un montaje infernal donde no terminamos de ver un plano y ya pasamos al siguiente, habiendo una sobredosis de información innecesaria. Recién superado este momento, afloja un poco la cuerda y va de lleno al tema que compete a la película. Hay indicios de lo que podría haber sido una obra destacable con ideas peculiares. Pero esto queda opacado por momentos de comedia innecesarios que dejan mucho que desear. Más allá de que la comedia es absolutamente relativa a cada uno, sus chistes son irrelevantes a los asuntos que trata. En un largometraje de tan solo 90 minutos, tenemos múltiples escenas que se podrían haber omitido y desencadenado el mismo final. La contaminación y el daño al medio ambiente es un tema sensible hoy en día. Esto no quiere decir que mediante la banalización y la comedia no podamos reírnos de nuestras desgracias. Incluso con esta táctica se podría plantear una reflexión sobre nuestra sociedad y su ignorancia, tal y como lo hace la reciente “Don't Look Up”. Pero este filme no logra nada eso, simplemente escoge un tema de actualidad y lo utiliza de manera obvia para intentar causar interés. Esto sumado a un final polémico que dejará pensando a más de uno acerca de lo que realmente se quería transmitir sobre el tema. “LA ÚLTIMA NOCHE” puede resultar más que interesante para aquellos fanáticos de la comedia bizarra. Roman Griffin Davis es el pilar de toda la cinta, su actuación es lo más destacable, y mejora la calidad de la obra en general. A pesar de esto, ciertas ventajas tanto en reparto y guión no se pudieron aprovechar del todo. Por Felipe Benedetti El tiempo corre… y “Tick, tick… BOOM!”, que pasó desapercibida para quienes no siguen de cerca los musicales, aumenta cada vez más sus reproducciones. En este film de Netflix, Andrew Garfield se pone un traje muy diferente al de Spider-Man: el del escritor y compositor Jonathan Larson, conocido por su genio y los altibajos de su proceso creativo, a quien interpreta con mucha entrega. Este musical autobiográfico lo sigue a Jonathan Larson, un aspirante a compositor de obras teatrales, que está próximo a cumplir los 30 años. El talentoso joven se siente abrumado por la dura realidad y se replantea si su sueño merece la pena. Jonathan ve el mundo con ojos de artista y todo le remite a alguna canción, alguna escena. Toma nota en su cuaderno sobre cosas que le llaman la atención y las guarda para después… ¿Quién sabe qué saldrá de eso? Rodeado de sus amigos y de su novia, se embarca en una tarea para nada sencilla: ser el futuro de Broadway. Lin-Manuel Miranda dirige con mucho ingenio su ópera prima. El autor de Hamilton tiene una conexión emocional cercana con el material y la historia de Jonathan, lo cual imprime en la dirección. Logra un film dinámico, emocional, donde la música y las canciones encajan con lo que se está narrando. En la película resuena la frase “Intenta escribir sobre lo que conoces”, y Miranda se hace cargo de esto para trabajar sobre un género del que sabe, y mucho. Con mucha emotividad y lleno de sutilezas, Andrew Garfield plasma cada instante de la montaña rusa de sentimientos que atraviesa Jonathan en esta etapa de su vida. En los ojos del actor se puede ver la verdad detrás de cada diálogo y nos transmite la urgencia del personaje y su deseo latente de triunfar haciendo lo que ama. Garfield sorprende demostrando que también puede cantar y bailar al ritmo de un musical de Broadway (espero podamos ver más de esta faceta del actor en los próximos años). El resto del cast funciona a la perfección, completándose con Alexandra Shipp (“Love, Simon”), Robin de Jesús (“Los chicos de la banda”) y Vanessa Hudgens (“High School Musical”). Tick, tick… BOOM! nos regala dos horas de ensoñación que al terminar se sienten como un shot de realidad. Quienes vivimos del arte, seguro logramos más identificación, pero en definitiva el teatro y la música terminan sirviendo de excusa para un mensaje más profundo: nos recuerda que vivimos contrarreloj y que el tiempo no es infinito. Un poco de esperanza para estos tiempos raros que vivimos. Por Matías Villanueva Disponible en Netflix Maggie Gyllenhaal lanza su carrera como directora con el estreno de “LA HIJA OSCURA”, ya disponible en Netflix. Junto con la galardonada actriz Olivia Colman, se embarcan en una profunda reflexión sobre la maternidad, el estrés y la soledad. Leda (Olivia Colman), durante sus vacaciones en Israel, se obsesiona con otra mujer y su hija, lo que provoca que los recuerdos de su propia maternidad temprana vuelvan a desvelarla. Desde el inicio la obra deja que el espectador descubra sus misterios. No nos revela todo de entrada, sino que deja una puerta abierta para mantenernos expectantes a lo largo de dos horas. Nos metemos en la mente de los personajes y sus sentimientos, logrando sumergirnos en el filme y lo que quiere contar. Esto se sostiene mediante una estructura de flashbacks, que normalmente no son de mi agrado pero que esta vez aportan mucho a la trama. Estos comienzan como imágenes aisladas y a lo largo de la película van tomando más protagonismo y fuerza que el propio presente. Se logra así, de manera muy sutil, que entendamos la propia esencia de Leda y sus traumas... la realidad actual no está en su presente sino en pasado. Es la ópera prima de Maggie Gyllenhaal y en ciertos momentos ésto se hace visible. La cámara no falla a la hora de hacer que la narración sea comprensible, es algo básico que la directora logra con facilidad. El principal problema surge cuando la cámara y su puesta no están contando nada. Entiendo que no sea una película que se jacte de hacer uso de los recursos narrativos del cine clásico, pero a la hora de introducirnos en los problemas de la protagonista con la fuerza que se pretende quizás se debería haber apelado más a nuestras emociones para sentir con más presencia los mismos. Sin embargo, cumple con lo esperado y parece un excelente inicio para una directora que deberemos tener en nuestra en la mira los próximos años. Hay cierta dificultad a la hora de elegir un enfoque para la trama. De a ratos hay demasiados personajes que nunca terminamos de entender qué le aportan al protagonista al final de su recorrido. Sin embargo, los que sí aportan algo están perfectamente construidos. Sus problemas también funcionan como analogía de los problemas del personaje principal y hacen que podamos entender mejor lo que le sucede. Es un filme sólido que se anima a contar una historia distinta y plantea una hermosa reflexión sobre la maternidad que provocará identificación en algunos y empatía en otros. A pesar de ciertos problemas narrativos, logra que entendamos con delicadeza a la protagonista y sus misterios. Por Felipe Benedetti Disponible en Netflix La semana pasada se estrenó en Amazon Prime Video la biopic escrita y dirigida por Aaron Sorkin, “BEING THE RICARDOS” (Todo sobre los Ricardo), justo a tiempo para las fiestas. La historia trata sobre Lucille Ball (Nicole Kidman), una estrella de la televisión estadounidense de los años ‘50, y de cómo ella, junto a su marido Desi Arnaz (Javier Bardem), llevaron adelante uno de los shows más exitosos de la época, “I Love Lucy”, que es considerada la primera comedia situacional (sitcom). En ésta, el matrimonio interpreta a Lucy y Ricky Ricardo, profundamente enamorados. A su vez, en la vida real, Ball busca que su marido sea sincero con ella sobre rumores de infidelidad que circulan en algunas revistas, y que el Comité de revisión de todo el contenido visual estadounidense permita que ella se muestre y esté embarazada en el show, al transcurrir un embarazo real. Se ilustra la realidad de ese éxito, de la comedia, de la industria, y de la época. Al ver esta película, uno es automáticamente transportado a la época, y se respira la vibra de “Hollywood en su Época de Oro” y también una industria televisiva en ascenso. La ambientación, el vestuario, los sets, el maquillaje, están espectaculares, siendo lo irreconocible que está Nicole Kidman lo que más salta a la vista. La dirección de arte es lo que más puede destacarse del film, porque el resto no cumple lo prometido. El guion de Sorkin explica mucho, y es superficial. No penetra la coraza de la historia, sólo rasca la superficie, y los personajes rozan lo caricaturesco. Pese a que el montaje es interesante y mantiene despierto al espectador, los personajes no tocan nuestro corazón, no se genera un vínculo, o un punto en común que nos haga empatizar, por tanto casi no hay matices, puntos muy bajos o muy altos, anímicamente hablando. Se maneja bien la tensión y relajación en los momentos clave. La performance de los actores es buena, acorde al guion, de por sí arrogante. El error más grande, quizás, es el casting de un actor español para interpretar a Arnaz (artista estadounidense-cubano), oscureciéndole la piel. ¿Nos teletransportamos a 1950? No me vayan a decir que no podían encontrar un artista adecuado que realmente fuera latino. Estas decisiones mediocres hacen que la película también lo sea. Lo que sorprende es que a pesar de todo esto, Kidman sostiene toda la historia, y lo hace de manera brillante. Pero es mucho peso para una sola actriz. Los actores de reparto hacen un buen trabajo y en algunos casos aportan la muy necesitada credibilidad. Como agregado, la producción merece una mención, debido a la presencia de orquestas reales a lo largo de todos los flashbacks, filmaciones de “I Love Lucy”, presentaciones de Arnaz, y una maravillosa edición sonora. Si tan solo hubieran puesto a cantar a un cantante en vez de a Javier Bardem con autotune… La película plantea cosas que luego no cumple, y uno después se queda con las ganas. Recomendada para poner de fondo durante la cena de las fiestas, ya que tiene buena música vintage. Por Carole Sang Disponible en Amazon Prime Video Adam McKay, el aclamado director de comedia, estrenó en Netflix “DON'T LOOK UP” (No miren arriba). Esta nueva obra continúa la huella del autor con una crítica hacia la sociedad estadounidense y es una comedia que nos hará reír varias veces. Además, cuenta un elenco de primera, protagonizado por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence. Cuando los científicos Randall (Di Caprio) y Dibiasky (Lawrence) descubren un meteorito que se acerca para destruir la tierra, se embarcan en la misión de avisar a las autoridades lo que sucederá. En una sociedad que los ignora y no entiende la repercusión del problema, deben encontrar la manera de ser escuchados. La comedia es difícil. Hacer reír no es para cualquiera y esta dificultad se debe a que cada uno tiene un sentido del humor propio. Una táctica esencial en el género es lograr que el espectador se sienta identificado con la situación que se está relatando en su propia realidad. “DON'T LOOK UP” utiliza esta estrategia tanto en sus detalles como en el relato general. Toda la trama está sostenida por un paralelismo con nuestra sociedad real, planteando una reflexión sobre la contaminación, el poder económico, la política, los medios de comunicación y otros temas de actualidad. A su vez posee pequeños detalles que funcionan como representaciones de las personas en sí, de las virtudes y los defectos del ser humano. Genera de esta manera momentos que resultan muy graciosos ya que nos sentimos identificados con los mismos. Esto funciona así durante la primera mitad de la película, luego surgen algunos problemas. Toda esa profundidad lograda en un principio se tira por la borda. Pasamos de una obra que es consciente de los problemas de la sociedad y nos invita a reflexionar sobre los mismos, a una serie de situaciones bizarras que pretenden dar cátedra al espectador sobre lo que está bien y lo que está mal. Ya no se trata de una obra que tiene como subtexto a una sociedad tóxica dentro de la trama, sino que recurre a la obviedad de estos problemas. Comenzamos con personajes complejos, con un arco argumental interesante. Funcionaban como una representación simbólica de la sociedad, sin resignar su desarrollo e historia. En la segunda mitad se deja atrás todo lo construido alrededor de los personajes. Los mismos ya no pretenden representar a la sociedad, sino que tienen un accionar bizarro que solo pretende hacer reír. El presupuesto les permitió, incluso en sus personajes secundarios, utilizar actores y personalidades muy famosas de Hollywood. Leonardo Di Caprio hace un excelente papel y su actuación va mutando a medida que su personaje cambia. Por su lado Jennifer Lawrence también cumple a la perfección, pero a su personaje pareciera faltarle una vuelta de tuerca más que le permita terminar de desplegar su talento. El problema surge cuando utilizan en personajes secundarios a personalidades muy famosas (Meryl Streep, Timotheé Chalamet, Ariana Grande, Jonah Hill, Chris Evans, etc) que parecieran estar solo por su fama y carisma, sin aportar nada relevante a la trama. “DON'T LOOK UP” es un filme que tenía mucho potencial y lo aprovecha al máximo durante su primera mitad. Adam McKay sabe claramente cómo hacer reír y a la vez que su dirección sea interesante en un género que no siempre lo es. Nos hará pasar un buen rato mientras nos invita a la reflexión. El proyecto era interesante y ambicioso, pero le costó un poco sostener la calidad en su totalidad y terminó cayendo en algunos recursos básicos del género. Por Felipe Benedetti Disponible en Netflix Woody Allen siempre parece tener una nueva historia en su tintero. Esta vez el cineasta se aleja de las calles de Nueva York para llevarnos de paseo por San Sebastián, donde el amor, el cine y el arte se encuentran en RIFKIN 'S FESTIVAL. La sinopsis oficial grita Woody Allen por donde la mires: "Un matrimonio norteamericano acude al Festival de Cine de San Sebastián y quedan atrapados por la magia del festival, el encanto de España y del cine. Ella tiene un romance con un director de cine francés y él se enamora de una bella española". La película es eso, sin muchas vueltas, y suma una nueva historia de crisis existencial de pareja a la filmografía del director… pero ¿es simplemente “una más” o logra destacarse? El elenco está encabezado por Wallace Shawn (“Melinda y Melinda”, 2004), quien colabora nuevamente con Allen (ahora en un rol protagónico) interpretando a Mort Rifkin, un ex profesor de cine que sueña con escribir una gran novela. Shawn es un gran actor, lamentablemente encasillado como actor secundario, que aquí hace uso de su sensibilidad y humor para llevar adelante la película. La dupla protagónica la completa Gina Gershon, como su sensual y atareada esposa, y a lo largo del filme vemos varias caras conocidas del cine español (incluida una participación del genial Christoph Waltz). Mort Rifkin constituye un nuevo alter ego de Allen, un hombre neurótico y apasionado que usa su travesía por la ciudad para escapar de sus problemas. El protagonista a su vez se debate sobre el cine como arte vs. el cine como mero entretenimiento, entendible preocupación en tiempos de Spiderman. En la película se dice que “Los amantes del cine somos bichos raros con otra mirada del mundo. Todo nos remite a alguna película, algún diálogo, una música”. A esos bichos raros (que encima todavía preferimos ver estos filmes en el cine) parece hablarnos Allen. Por momentos el personaje de Mort recurre a su fantasía, donde la imagen se torna blanco y negro y se generan diversos homenajes al cine clásico europeo tenidos de un aire de parodia. No faltan ‘El ciudadano Kane’, ‘8 y ½’ de Fellini, ‘El ángel exterminador’ de Buñuel, ‘Persona’ de Ingmar Bergman, entre otros. Si bien el recurso está lejos de ser novedoso, estos minutos le dan un aire fresco a la acción y logran sacar más de una sonrisa. Sería errado intentar separar la última etapa de la carrera de Allen de su vida privada ya que eso impacta en la calidad de su trabajo. La búsqueda por financiación y distribución no le está siendo nada fácil. En esta ocasión eligió San Sebastián como locación porque Mediapro puso ‘rodar en España’ como condición para financiar la película. Esto se nota en el largometraje en los momentos que el bello trabajo de fotografía se ensucia al asemejarse a un programa turístico, sin por eso dejar de regalarnos increíbles imágenes de la ciudad cargadas de la identidad del director. Respondiendo el interrogante que planteé al comienzo de la review, creo que a pesar de que sus trabajos más notables parecen haber quedado atrás, es injusto decir que esta película es “una más” cuando en realidad es “una menos” de un director que increíblemente a sus 86 años sigue eligiendo poner en marcha su creatividad y amor por el cine para regalarnos nuevas historias. RIFKIN 'S FESTIVAL es una película ejecutada con mucho oficio y fiel a su estilo. Por Matías Villanueva |
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Abril 2023
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