“DRIVE MY CAR” se llevó 4 nominaciones de cara a la próxima ceremonia de los Oscars. Una película japonesa dirigida por Ryusuke Hamaguchi protagonizada por Hidetoshi Nishijima y Tôko Miura que se presenta como gran candidata a la categoría de mejor película extranjera. Dos años después de la muerte de su esposa, Yusuke (Hidetoshi Nishijima) recibe una oferta para dirigir una obra de teatro escrita por él. Entre el elenco se encontrará a un viejo amante de su esposa, al cual enfrentará permanentemente. Es una obra muy distinta a lo que el gran público (sobre todo occidental) está acostumbrado. Tiene una duración de 3 horas, que van a un ritmo lento. Esto no conlleva un defecto en sí, la lentitud a veces es necesaria para desarrollar la trama a la velocidad adecuada y llegar más potente al espectador. Precisamente es esta la estrategia de la que hace uso el filme y resulta bastante satisfactorio. Nos sumergimos dentro de la obra por un largo rato y llegamos a comprender todos sus detalles. Hacia el final conocemos perfectamente a nuestros personajes, vivimos y sentimos como ellos. Pero para lograrlo se requiere paciencia, ya sea como para entender todos sus aspectos como para animarse a cierto cine que no es muy común hoy en día. La principal razón por la cual logramos conectar con este mundo es su aspecto técnico y estético. Cada plano y encuadre, además de tener una belleza increíble, tiene la intención de aportar algo y, de manera sutil, revelarnos los misterios que guarda la historia. Es cierto que se le dificulta bastante mantener esa narración plena durante la totalidad del filme. Por momentos no nos queda claro que se nos quiere contar o por qué se cuenta. El guion se sostiene con una tensión permanente entre los personajes. La cinta no necesita ser explícita, nos damos cuenta perfectamente que algo está mal entre los protagonistas, a pesar de que no lo expresen con palabras. Son detalles muy sutiles los que nos generan esta sensación: una mirada, un silencio, un gesto. Es en esta sutileza donde la obra encuentra una gran eficiencia narrativa que nos atrapa. “DRIVE MY CAR” nos engancha por un largo rato. Hay una clara intención artística en su narración y un deseo por transmitir algo. Es un cine distinto al que hay que darle una oportunidad y hundirnos por un tiempo en un drama que tiene mucho por contar. Por Felipe Benedetti
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