Netflix continúa agregando estrenos al catálogo de producciones disponibles en su plataforma. En esta oportunidad, nos encontramos ante un thriller con tintes terroríficos y paranormales, que ha sido adaptado de una novela homónima creada por Elizabeth Brundage. Una joven restauradora de arte (Amanda Seyfried), se muda junto a su esposo (James Norton) y su hija a una casa en las afueras de la ciudad por motivos laborales. Además de lidiar con una vida conyugal propia de un matrimonio con contrariedades, tendrán que enfrentarse al universo espiritual que se refugia en este lugar. Si bien el largometraje presenta elementos clave del género que se propone, no puedo omitir el hecho de que el film no tiene la densidad necesaria como para consagrarse como una muestra ideal de esto. La trama no tiene problemáticas en cuanto a los conflictos y al diseño de personajes: no se separa en gran medida del resto de los productos audiovisuales que ya conocemos, pero al analizarla podemos notar que presenta una gran oportunidad latente de diferenciarse del resto. La historia mantiene presente en todo momento una discusión implícita sobre la lucha de las mujeres en entornos intoxicados por conductas –e individuos- machistas. Esta es una lectura que se puede llegar a hacer si observamos con atención, pero que lamentablemente no logra alcanzar o cerrar con una contundencia importante. Personalmente me gustó la idea de hacer que la agenda actual de la sociedad y los medios se entrometa en la trama de un film de este género, pero como comenté, cayó en la obviedad y no supo utilizarlo a su favor. Amanda Seyfried nos vuelve a demostrar que es una actriz preparada para interpretar roles muy diversos entre sí. Su incorporación en el cast de esta película, junto con la de Natalia Dyer (Nancy Wheeler; Stranger Things) fueron una de las mejores decisiones que se tomaron, probablemente en la totalidad del proyecto. Lamentablemente, si hablamos de los personajes, el resultado no es del todo bueno. Podríamos afirmar que la mitad de ellos estuvo allí sin objetivo narrativo alguno y simplemente funcionando como “maniquíes” sobre los cuales los roles principales puedan ejercer acciones y así mostrarnos explícitamente la naturaleza de cada uno. En otras palabras: la mayoría de los personajes solo estuvieron allí para darnos información cuando necesitaron dárnosla. El hecho de preparar y presentar a más de cuatro personajes durante todo el film, para luego olvidarlos por completo, es inexcusable. En cuanto a los elementos característicos del cine de suspenso y terror, personalmente opino que se abusó de ellos en muchas ocasiones, generando así un clima vago en calidad de misterio, miedo o sorpresa. Luces que parpadean y sillas que se mecen solas, en mi opinión, pertenecen a un nivel muy primitivo de cine de terror que hoy en día quedó atrás y evolucionó. De todas formas, ningún desacierto se compara con el final. Por más que no haya contado con efectos especiales del todo buenos, no es algo en lo que me quisiera enfocar para juzgar al film, ya que la raíz del asunto no está allí. El gran daño viene de la mano de la incongruencia del desenlace: en tan solo unos minutos la película cambia totalmente de registro y pasa a otra sintonía, para la cual nunca nos habían preparado. Sabiendo que ésta es una adaptación de la versión literaria original, podríamos afirmar que el deseo de realizar explícita y audiovisualmente lo que en la novela se describe en otro lenguaje, les ha jugado en contra y ha dejado al espectador totalmente desconcertado. Estamos frente a una película que probablemente quiso abarcar mucho y como consecuencia terminó sin profundizar ningún aspecto de los que toca. Por Milena Orlando Disponible en Netflix
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Abril 2023
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